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Las clases seguían bien su curso, cada vez no llevábamos mejor con nuestros compañeros, ahora amigos, y en cuanto a ese sujeto verde... bueno trataba de esconderme. Aunque fue objeto de burla de mi querida amiga, lo cual no hubiera pasado si no me hubiera dejado sola.

–Cuando salgamos este fin de semana te presentaré a alguien Sakura, es mi mejor amigo– me dijo Naruto muy animado.

–No es que quiera romperte la ilusión, pero la verdad no quiero nada de amoríos. Así que dejen de buscarme pareja.

–Vamos sólo conócelo frente de marquesina. Además como tú dices, no pasará nada si tu no quieres.

Tanta fue la insistencia que no me quedó de otra más que asentir a sus locas ideas.

 Aun no conseguíamos trabajo y eso comenzaba a preocuparme. No les pediría dinero a mis padres puesto que no quería ser una carga para ellos, ya hacían suficiente con pagar la universidad y para empeorar las cosas, ahora estaba sola en el mundo. Llámenme exagerada, pero esa traidora de Ino ahora salía con Sai. 

¡Que rápido se enamora!

 Y eso no era todo, también le ofreció trabajo en la pequeña galería que tenían sus padres, le había dicho que si yo también podía unirme pero no, puesto que el equipo de trabajo ya estaba completo.

Maldita sea mi suerte.

Sí, soy la más salada y maldita del mundo. Ahora sola en el departamento, me encontraba en internet buscando trabajos. Había varios muy interesantes pero la paga era muy poca, hasta que encontré uno, era en una especie de dojo, era de karate. Para variar, la paga era buena y los deberes eran simples, el dojo era de la familia Uchiha, al parecer era un dojo serio.

 ¿Qué familia en épocas actuales usa sello familiar? 

Salvo la familia real pero eso ya es otra cosa. Su sello era simple pero reflejaba tradición...

 Un abanico.

No tuve problemas con dar en el lugar, aquel lugar era inmenso. Eso no era un dojo, era un campo de entrenamiento completo. Vamos hasta tenía su propio templo dentro, esto era una mansión japonesa antigua... ahora entendía el sello familiar.

Me dirigí a la entrada principal y la abrí, no encontré a nadie por los alrededores, así que me dirigí a la entrada de aquella gran casa.

–Con permiso– Dije.

 Pero no escuchaba nada a mí alrededor. Había unos zapatos en el recibidor, así que volví a llamar hasta que una señora de unos como mmm cuarenta años de edad se acercó. Parecía muy simpática.

–Disculpe que haya entrado hasta acá, vine por lo del anuncio en los empleos y quería saber si aún estaba disponible.

–Oh claro que si querida. Pero pasa, no te quedes ahí parada.

La señora era amable al menos y era muy bonita. Ojos negros y cabello del mismo color, con un hermoso tono claro de piel y era muy gentil. Nos adentramos a la casa y Dios, cuando digo que era inmensa, lo era. Era una casa antigua pero muy acogedora, no sé cómo o por dónde demonios, pero salimos de nueva cuenta al patio que había atravesado para llegar a la entrada de la casa. A un lado a la izquierda, estaba el dojo. Ahí había un señor con un grupo de jóvenes.

–Querido– dijo la señora – la señorita... emmm

–Ah, Haruno, Sakura Haruno.

–Claro, lo siento, Haruno–san ha venido por lo del empleo.

–Muy bien, en seguida terminamos e iré a verlas en el estudio.

El diario de mi corazón: Okinawa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora