Chocolate

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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

Palabras: 1207.

05.- Chocolate

Silke se acomodó un mechón de pelo buscando el valor necesario para acercarse a Juleka. Tras su ruptura ambas se habían estado evitando de manera evidente, pero no podrían seguir así eternamente.

—Leka.

—No voy a ser un problema —replicó afinando el bajo—. Somos adultas, sabremos llevarlo.

—¿Podrías mirarme?

Juleka se giró. Silke no tenía aquel aspecto alegre y despreocupado de siempre, tenía ojeras y parecía agotada. Sintió una punzada en el pecho, sabía que era culpa suya, que no debería haber dejado que Silke se hiciera ilusiones, que debería de haberlo cortado antes.

—No sé quién es ella —soltó con voz firme—. Pero siempre he sabido que no puedo luchar con ese amor fantasma tuyo.

—No quería hacerte daño, Silke, lo siento.

—Ya, pues me lo has hecho. Así que haré lo de siempre y escribiré una canción sobre ti.

—Lo entiendo.

—Y tendrás que tocarla.

Juleka asintió, aceptaba el castigo, lo sobrellevaría sin quejarse.

Rose pasó por delante del escaparate de una bombonería, sonrió al ver una bandeja llena de bombones rellenos de licor de cereza. La primera y última vez que los había comprado había sido antes de que Juleka se fuera, los habían devorado juntas pensando que no llevaban licor suficiente como para emborracharse, sin embargo, el atracón de chocolate y licor había acabado en una escena de risitas flojas y una sensación de valor absurdo. Aquel día, envalentonada por el licor le había dicho a Juleka que la quería, aunque no la había entendido realmente.

Empujó la puerta y compró unos cuantos antes de volver a casa canturreando aquella canción que había desatado el volver a ver a Juleka.

Había estado pensando en Juleka después de su visita. Era consciente de que seguía esperando que diera el paso; que le exigía, de algún modo, que la arrastrase con ella hacia un lado u otro. Tiempo atrás esperaba su llamada, ahora esperaba que le dijese algo, como si esperar fuera su cometido en la vida y, no, no lo era. Si quería hablar con Juleka, si quería avanzar, podía dar el primer paso ella misma. Así que iba a darlo y a rezar por no estrellarse contra un muro.

Se metió en casa, saludó al poster y sacó el móvil llena de determinación para mandarle un mensaje:

Pásate por mi casa cuando puedas, tengo algo importante que enseñarte.

Rose miró fijamente la pantalla largo rato, hasta que se cansó. Juleka podía estar en medio de un ensayo, podía tardar horas en contestarle, la impaciencia no iba a ayudarla en nada.

Tomó su cuaderno de partituras y trabajó con él hasta que su móvil tintineó. Se abalanzó sobre el aparato electrónico para ver la notificación de un mensaje de Juleka:

Puedo estar ahí en media hora, ¿te va bien?

Rose contuvo el gritito emocionado que trató de huir de entre sus labios. Contestó:

Me va perfecto, te esperaré en la portería, se me ha estropeado el timbre.

Se quitó la camiseta y los tejanos que llevaba y los cambió por un vestido cómodo, se peinó un poco y usó su brillo de labios preferido. Miró el reloj y bajó a toda prisa hasta la portería.

And I love herDonde viven las historias. Descúbrelo ahora