Inevitable

404 45 18
                                    

—Aún no te has ido —anunció su llegada haciéndola asustar. 

—Jesús, casi me matas de un infarto—se tocó el pecho a modo de sorpresa. —No, aún no —Itatí sonrió. —Pasa —le dijo mientras ella seguía guardando el resto de su ropa, y lo que había llevado para uso personal.  

Juan sonrió negando la cabeza con lo exagerada que podía ser a veces. Entró al camerino cerrando detrás la puerta.—Dijiste que estabas cansada. 

—Lo estaba, pero me quedé dormida en ese sillón, ¿puedes imaginarlo?—Él podía imaginarlo. Recordó aquella vez que estaban en ese mismo camerino comiendo y riendo por el desastre que habían causado hace no tanto en set y por las bromas que le habían hecho a Luis Ro. Se estaban burlando de eso, tocaron temas de cocina, el mate, las nuevas políticas, los nuevos libros, lo que ella quería para un futuro, lo que él quería para sí mismo. Podía hablar de todo y de nada con ella, y con seguridad sabría que escucharía cada palabra que dijera. Porque era así, Itatí podría escucharte horas parlotear y nunca se aburriría, y si lo hacía no lo demostraba. Te prestaba atención a todo. O al menos a él. Ella se había quedado dormida en algún punto de la conversación. Y verla tan tranquila y serena le dio tanta paz que eso casi lo asustó. Casi.—¿Podés imaginar lo cansada que tuve que estar para acostarme ahí? —refirió en acento argentino. Siempre que podía Itatí imitaba su acento, y él seguía su juego. Y sin quererlo, a ella le fascinaba eso. 

Para Juan no era incomodo estar con ella, era relajante e inclusive se sentía como correcto. Cuando la escuchaba reír en su cuerpo recorría una llamarada eléctrica que hace tanto-tanto no sentía. Era un adolescente en la flor del enamoramiento precoz. Y era perturbador, pero fascinante y embriagador—Ya dejá de hacer eso y vení a sentarte. —siguió el juego del acento.

—No puedo —hizo un amago de puchero.—Me esperan en mi casa. Tengo que terminar e irme rápido. 

—Unos minutos. No es tan tarde.—insistió dejándose caer en el sillón e invitándola a sentarse con él—Sólo descansa un poco. Te lo mereces.—Él sería un mentiroso si dijera que eso no tenía una intención oculta. Desde hace una semana, se le ha hecho más y más difícil estar lejos de ella, pero sabía que debía guardar distancia. Por ella, por él, por ambos. 

Suspiró. —Está bien. —señaló en su dirección con un dedo— Sólo un momento, realmente siento que estoy en automático, pero no me dejes dormir. Por favor.—Se tiró en el sillón aspirando una bocanada de aire y sintiéndose tan agotada que no podía concebir cómo hizo todo el día para estar de pie y en escena. A pesar que las escenas no fueron largas, ella se sentía agotada físicamente.—¿Qué vas a hacer después de esto?—Rompió el silencio, mientras recargaba su cabeza en las piernas de él y estiraba su cuerpo en lo que quedaba del sillón. Juan tomó ventaja de ello, y le comenzó a acariciar el cabello. Sabía que eso la calmaba, y la dormitaba un poco. 

Ella soltó un ruidito placentero que hizo despertar partes en Juan que no deberían estar despiertas en ese momento. —Ir a mi casa, por supuesto.—respondió él mirando el danzar de su mano en su cabellera rubia y tratando de calmar otras zonas bajas. Mientras ella le lanzó una mirada de poco amigos en su dirección.—No lo sé—se quedó pensativo por un momento.—Creo que regresar por un tiempo a Argentina. 

Ella levantó medio cuerpo del sillón y dijo:—¿Por un tiempo corto o largo?

—¿Acaso me vas a extrañar si me voy durante mucho tiempo? —contraatacó. 

—¿Acaso no te han dicho que es de muy mala educación responder una pregunta con otra?—lo desafió aunque se estuviera quemando con esa pregunta-respuesta que acaba de exponer. 

Detrás de cámaras (one shots - Cantoler)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora