nostalgia

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Hoy había sido un día especialmente difícil para Ana y su madre. La tensión en el hogar era palpable después de una discusión intensa. Ana estaba sola en su habitación, abrumada por la tristeza y el estrés. Su mente estaba llena de pensamientos confusos y dolorosos.

Toc, Toc:

Pin pum

Ana: ¿Quién está tocando mi puerta?

Soy yo, papá. Ana, ábreme la puerta.

Ana: ¡Papá! ¿Eres tú?

El padre de Ana, Sebastián, estaba de pie en el umbral de la puerta, con una expresión de preocupación y ternura en su rostro.

Sebastián: ¿Cómo está la princesa más hermosa de su padre?

Ana: Mal, pésimo día. ¿Sabes qué? Mamá se ha cambiado de género. Ahora dice que es lesbiana. ¿Qué opinas al respecto?

Sebastián: Cariño, debes entender que el amor no tiene género ni edad. Tu madre y yo nos amamos mucho, pero a veces las personas cambian, y debemos aceptarlo.

Ana: Lo dices así como si nada. Como si no te importara. A veces pienso que nunca se amaron realmente. (Dijo con lágrimas en los ojos)

Sebastián: Sí, nos amamos mucho, pero a veces las personas deben separarse para que la otra persona pueda encontrar la felicidad. Lo que importa es que tu madre está buscando ser feliz a su manera.

Ana: Te entiendo, papá, pero aún no puedo aceptar todo esto. (Se echó en la cama) Quiero irme a vivir contigo.

Sebastián: Me gustaría poder hacerlo, pero tu madre tiene la custodia legal.

Ana: ¿Podrías hablar con un juez, por favor?

Sebastián: Bueno, si le decimos al juez que eres tú quien quiere mudarse conmigo, tal vez podríamos conseguir una custodia compartida o algún tipo de arreglo.

Ana: Me gusta la idea. (Se levantó un poco más animada)

Sebastián: Voy a ver qué puedo hacer. Pero antes de irme, quiero que sepas que te amo mucho.

Ana: Yo más, papá. (Lo abrazó)

Sebastián se despidió con un apretón de mano y un beso en la frente. Ana se quedó en su habitación, sumida en una profunda reflexión.

LA VENGANZA DE ANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora