Ana había soñado con Harvard desde que era una niña. Cada vez que veía la emblemática fachada de ladrillo rojo en una película o leía sobre sus logros académicos, su corazón latía con una mezcla de admiración y anhelo. Finalmente, ese sueño se había hecho realidad. Había llegado a la universidad, y el primer día de clases estaba a punto de comenzar.
El campus estaba vibrante con la energía de los estudiantes que se movían entre las distintas facultades, algunos conversando en grupos, otros revisando nerviosos sus horarios. Ana, con su mochila nueva y su corazón lleno de emoción, seguía el mapa que le habían dado en la oficina de admisiones. El edificio de lenguas estaba a una corta distancia, y el aroma a café fresco y a libros nuevos llenaba el aire.
Al llegar a la entrada del edificio, se detuvo un momento para admirar el elegante vestíbulo. Las paredes estaban adornadas con fotos enmarcadas de antiguos alumnos y citas inspiradoras en varios idiomas. La primera clase que tenía era de francés, algo que había esperado con ansias desde que había empezado a estudiar la lengua en la secundaria.
Subió las escaleras y entró al aula. Era un espacio luminoso y moderno, con escritorios en forma de semicírculo que permitían una buena interacción entre el profesor y los alumnos. Ana tomó asiento cerca de la ventana, para poder ver los jardines del campus mientras estudiaba.
El profesor, un hombre con una gran sonrisa y un acento francés encantador, se presentó como Monsieur Dupont. Con una energía contagiosa, comenzó la clase con una breve historia sobre la cultura y la historia de Francia. Ana estaba fascinada, escuchando atentamente y tomando notas.
La clase de francés fue todo lo que había esperado y más. Monsieur Dupont hacía que aprender el idioma fuera una experiencia vivaz y envolvente, utilizando canciones, juegos y debates. Ana se sintió completamente inmersa en el idioma y la cultura, y el tiempo pasó volando.
Después de la clase, se dirigió a su próxima lección: alemán. Aunque el alemán no había sido su primera opción, estaba emocionada por aprender un nuevo idioma. El profesor, una mujer de mediana edad con un estilo formal y preciso, comenzó la clase con una introducción al vocabulario básico y a la gramática fundamental. Ana se dio cuenta de que, aunque el alemán tenía una estructura más compleja que el francés, también tenía una belleza única en su precisión y profundidad.
Con cada lección, Ana sentía que estaba construyendo una base sólida para su futuro. Las clases de idiomas no solo le estaban enseñando nuevas lenguas, sino que también estaban ampliando su visión del mundo y su comprensión de diferentes culturas.
Al final del día, Ana se encontraba en la cafetería del campus, con una taza de café en la mano y una sonrisa en el rostro. Estaba agotada pero feliz, sabiendo que había dado el primer paso en un viaje académico emocionante y desafiante.
Mirando a su alrededor, observó a sus compañeros de clase compartiendo risas y charlas animadas, y sintió una profunda gratitud. Harvard era todo lo que había soñado y más, y Ana estaba lista para abrazar cada momento de esta nueva aventura.
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LA VENGANZA DE ANA
Historia CortaEstá es una historia sobre una chica sobrepeso que nos cuenta un poco de su vida y de como le afecta que su mejor amiga haya hecho viral uno de sus videos sexuales juntas.