El Verde Me Pone...

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-¡HUUUUUUUULLLLLLLKKKKKK! -aquel chillido habría roto los tímpanos de cualquiera, pero eso a Darcy Lewis no podía importarle menos.

El gigante verde había roto un techo de cristal con su cabeza, y vaya uno a saber cómo había conseguido que su rehén se aferrase a sus gafas como una auténtica desquiciada. Eran el segundo par que compraba aquel mes (aprovechando un suculento descuento), y no iba a permitir que su preciada posesión se perdiera.

Era extraño, pero abrazaba a la joven y mantenía el silencio, y Darcy jamás le había visto tan tranquilo con su forma como en aquel momento.

De repente, dejó de sentir el viento alborotando sus cabellos, a la vez que Banner colocaba su enorme mano bajo su cabeza, de forma que el fortísimo impacto de sus saltos apenas era perceptible para su cuerpo.

Desde su posición, protegida en el regazo del gigante, pudo comenzar a percibir lo que estaba debajo de ellos: bosques y lagos, incluso agua salada y gaviotas que graznaban.

¿Estaban atravesando una superficie marítima?

¡Estaban cambiando de jodido continente!

-Darcy Lewis -gruñó la criatura, mientras una carcajada brotaba de su pecho y rompía el sonido que se producía cuando su corpachón rompía el aire.

Alzó los ojos y encontró la mirada verde de su captor. Pudo ver un brillo divertido, una enorme sonrisa de grandes dientes y los hombros tensos que protegían su anatomía contra la superficie de hierro que era su pecho.

Y, extrañamente, se encontró disfrutando de aquel paseo.

Aunque la bestia verde más fuerte de La Tierra le estuviese secuestrado.

Lanzó un nuevo grito, que nada tenía nada que ver con el miedo, y su compañero le secundó con un rugido.

Habían atravesado vastas extensiones de desiertos anaranjados, superficies oceánicas y bosque verde en cuestión de tres simples saltos y, aunque no había podido ver nada más que paisajes vagos y colores dispersos, la adrenalina recorría su cuerpo y le arrancaba gritos de júbilo. 

Para el segundo salto, sentía su cuerpo tenso por la presión y sus pulmones tomaban aire con mayor dificultad, inconvenientes que le pasaron factura cuando el gigantón se preparó para dar el tercer salto.

-Para, ¡para! -se le cerraron los pulmones, y el paso del oxígeno por estos se hizo de repente insuficiente. 

Se retorció por aire en brazos del gigante, y este depositó su cuerpo con cuidado en el suelo mientras le observaba con ojos angustiados. 

No era capaz de ver su entorno y tranquilizarse. Sentía que el aire se le escapaba, las respiraciones eran insuficientes para llenar sus pulmones y el cuerpo le temblaba tanto que parecía vibrar. Una nueva adrenalina, que distaba mucho del júbilo y se acercaba más a la desesperación, recorrió su torrente sanguíneo y su sistema nervioso a tal grado que no se dio cuenta cuando la enorme bestia verde sostuvo su cuerpo diminuto contra su pecho pétreo, y comenzó a gruñir de una manera tan plácida y relajante que sus terminaciones nerviosas cobraron autonomía.

Notaba los ¿ronroneos? de Hulk como una caricia contra su piel ultra sensibilizada, y de repente fue consciente del olor a tierra mojada, el sonido de las cascadas y los brillantes colores que le rodeaban. La brisa era tibia y, allí donde su anatomía rozaba la de su acompañante, su piel estaba tan caliente que sus músculos se relajaban.

El grandullón comenzó a señalar diferentes cosas en su campo de visión, con movimientos tan suaves que apenas notaba que soltaba su cuerpo antes de que lo volviera a mecer, con la misma suavidad con la que se arrullaría a un bebé.

Los ronroneos movían sus anatomías con las mismas carencias, y Hulk había llegado a acompasar su respiración con la de Darcy, quien se encontraba perdida en los estímulos visuales. auditivos y olfativos que se le presentaban cada vez más nítidos.

La colosal palma verde recorría sus costados, vientre y piernas, y se dio cuenta de que las ligeras vibraciones que creaban los toques de la criatura conseguían mitigar la sensación de ansiedad y ahogo, y ayudaban a que el aire entrara en sus pulmones nuevamente.

Cuando su vista pudo aclararse, volvió a quedarse sin aliento.

Estaba en una orilla, sin siquiera rozar el suelo gracias a la colosal anatomía que no había soltado su cuerpo. Frente a ella, las aguas más cristalinas que había visto en su vida reflejaban un cielo azul celeste, y la vida bajo ella se extendía en un verde tan puro y perfecto que la tristeza por no poder plasmar lo que veía casi se convertía en una dolencia física.  Los árboles de las orillas se reflejaban perfectamente en la límpida superficie, y tenían tal densidad que no podía ver arena o rocas en ningún lugar. Todo era verde, o naranja perfecto, y era un paisaje tan espectacular que conseguiría hacer sentir diminuto a cualquiera.

Hojas de todos los colores, desde verdes y vibrantes hasta castañas y anaranjadas, caían a su alrededor, atraídas por la brisa, y el maravilloso olor de la vida vibrante que les rodeaba llegaba ahora con tal fuerza que prácticamente golpeaba sus sentidos.

-¿Dónde estamos? -pudo articular, en un susurro. Sentía que, si hablaba demasiado alto, la burbuja a su alrededor estallaría.

Las palmas se detuvieron, una en su cadera y alrededor de su cintura, la otra cómodamente ubicada en su muslo, y él observó su entorno por primera vez sin dar respuesta alguna.

El silencio agradable entre los dos lentamente adormeció a Darcy, y pronto cayó en los suaves brazos de Morfeo, arrullada por los ronroneos ininterrumpidos de Hulk.

La mente de Banner era una completa locura.

-Debemos tomarla. Ella es nuestra -la parte más oscura de su subconsciente se veía cada vez más embargada por una sensación de territorialidad posesiva. Y, por primera vez, estas partes oscuras no partían de la bestia, sino del hombre-. Pertenece a nuestros brazos. Nada puede pasarle si nosotros la protegemos.

-Nuestros brazos le pertenecen a Darcy Lewis -el grandullón asentó su agarre en la figura dormida, de tal modo que prácticamente desapareció bajo sus manos-. Somos de Darcy Lewis. Nosotros protegemos a Darcy Lewis.

-Ella se irá de nuestro lado -Banner se resistió, y el agarre en el cuerpo dormido se tornó posesivo-. Somos un monstruo.

-Ella ha visto al monstruo. Y no tiene miedo -Hulk respondió, y todo gesto vicioso abandonó su agarre.

Protector, dio la conversación por zanjada y se acomodó, dispuesto a pasar el resto de la noche velando el sueño de la pequeña castaña que se acomodaba contra su pecho.

Cientos de estrellas brillantes, y una enorme Luna, serían testigos mudos de aquella disputa entre los dos lados rotos de su mente. La primera victoria de Hulk sobre Banner en su inconsciente, la primera vez en la que ambos tomaban las formas de pensar naturales en el contrario y las empleaban contra el otro.

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⏰ Última actualización: Nov 05, 2022 ⏰

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