El Sueño Reparador de una Diva

227 30 13
                                    

-Solo sabes quejarte, Stark -la voz de Darcy finalmente pudo continuar la conversación, pues el resto de los presentes habían formado un incómodo silencio. La realidad era que ninguno estaba del todo cómodo con la presencia de la joven, pues a ojos de todos era alguien más débil a quien debían proteger de los secretos de S.H.I.E.L.D-. ¿Sabéis que me lo contará, no? -entre cucharadas, la castaña miró al variopinto grupo de superhéroes, antes de que todos perforaran a Iron Man con los ojos.

-Tiene un genial punto de vista... -se encogió de hombros, aprovechando para beber del gran tazón y observar a la distraída castaña, cuyo cabello caía ahora en desordenados bucles chocolates por el borde del sillón, prácticamente rozando el suelo.

-Obviando el tema de que Tony Stark es un total irresponsable-comenzó Steve Rogers, con sus fuertes brazos cruzados a la altura del pecho. Vestido como un civil, con aquella camiseta de manga corta, parecía a punto de romper las mangas-, ¿qué hacemos con Loki?

-¿Quién vota por la caja de Hulk? -preguntó Tony, y todos los presentes excepto Bucky, Natasha y Thor alzaron sus manos al instante.

-Oh, por favor -se quejó el Dios de las Travesuras, pues Thor había estrechado su agarre sobre su hombro en cuanto notó que este se movía medio centímetro de su lugar. No se fiaba de su hermano.

-Ya que te fías tanto de Lewis, ¿qué opinas, miope? -la pinchó la Romanoff, sorprendiendo a toda la habitación ante su familiaridad con la chica de gafas. Esta soltó una fresca carcajada, antes de asentir con la cabeza.

-Si la Caja servía para encerrar frikis en un Laberinto de CRUEL, servirá para que un friki cruel se quede encerrada en una caja -Bucky y Tony alzaron sus manos a la vez que la rusa, causando una mayoría absoluta entre los presentes.

-Midgardianos -mascullaron, a la vez, Thor y Loki, dennotando su absoluto desentendimiento. Lo que no vieron, fue que ambos realizaron exactamente el mismo gesto de resignación: rodaron los ojos y negaron con la cabeza, en tal sincronía que parecía algo premeditado.

Dignos hijos de Odín, legítimos o no, al fin y al cabo.

***

Habían pasado dos días desde que el Dios del Engaño fuera confinado a su celda, y toda la visita que recibía era la de su hermano para traerle lectura y comida de forma regular.

Sin embargo, no podía evitar sentirse observado.

Había pasado aquellas cuarenta y ocho horas pendiente de cualquier mecanismo escondido u ojos ocultos, y había llegado a una conclusión: eran aquellos extraños espejos, que seguían sus pasos y acciones e informaban al grupito de su hermano de sus idas y venidas. Probablemente, tuvieran un vigilante permanente conectado a aquellos visores...

Y era alguien a quien, gracias a sus poderes, tal vez pudiera controlar.

Con esta idea en mente, tomó asiento en una de las esquinas de la habitación y fingió sumirse en la lectura, de la misma forma abstraída que de costumbre.

Lentamente notó que, a medida que aumentaba su concentración, su mente abandonaba su cuerpo y se deslizaba por la habitación, saliendo por el mínimo resquicio del cristal y recorriendo el pasillo que le separaba de las estancias de los Vengadores. Estaba realmente sorprendido, debido a lo fácil que le estaba resultando verse creíble ante los ojos misteriosos que rodeaban su celda (dado que su cuerpo, indudablemente, ya no estaría recto en su lugar, sino cada vez más inclinado hacia el frente, gracias a su creciente debilidad a causa de su lejanía), pero no se lo pensó demasiado para no romper su concentración. Finalmente, llegó a su destino: un midgardiano promedio, de apariencia somnolienta, que observaba unas pantallas con su imagen en ellas, cada una desde un ángulo.

Fue maravilloso no encontrar resistencia para entrar en su cerebro. Pensándolo fríamente, si quisiera, tener un ejército humano sería relativamente sencillo...  Qué débiles eran.

Con la mano de su lacayo humano, cambió la visión de la pantalla que tenía delante hasta que esta mostró una imagen totalmente diferente a su celda. Ante sus ojos, se hallaba la muchacha de bucles castaños que había visto a su llegada, en uno de los sillones del salón.

Y, en la soledad de aquel cuerpo ajeno, se tomó su tiempo para retratarla.

Con su mirada tranquila, nada impaciente, recorrió su anatomía: sus pequeños pies, enfundados con una extraña tela marrón clara de aspecto suave, que llegaba a la altura de la rodilla; la suave curva de su rodilla, el inicio de sus pálidos muslos, apenas visibles gracias a los suaves pantalones cortos, la camiseta de pijama, holgada y de tirantes, que insinuaba sus pechos en un atractivo escote, y sus suaves manos, diminutas y unidas sobre su cabeza...

A ojos de Loki, ex prisionero de Asgard, era una de las mujeres más hermosas de los Nueve Mundos, bien por la falta de contacto con el sexo femenino, o bien por su naturaleza (exótica para un Dios), y solo tenía en mente que la quería para sí.

Fue entonces cuando, por primera vez en su vida, deseó a un ser cuya existencia debería haber considerado inferior.

Fue como si la joven hubiera notado su presencia, pues miró hacia la cámara y se cubrió con una manta que él ni siquiera había notado, en el respaldo del asiento que ocupaba.

Tras mirarla por unos segundos más, salió de aquel cuerpo, cuyo propietario comenzaba a retorcerse en su interior, intentando liberarse inconscientemente de la posesión, y regresó rápidamente a su celda, recuperando su cuerpo físico y reconociendo por fin el verdadero cansancio que sentía. Había estado demasiado tiempo en el midgardiano, y esto le había pasado factura.

Cuando se tumbó en su cama, lo último en lo que pensó fue en la midgardiana que había captado su atención, y en las mil maneras en las que deseaba poseerla.

***

Steve Rogers era un hombre de rutinas.

Cuando se despertaba, que solía ser a las seis de la mañana en punto, tenía la costumbre de ponerse ropa de deporte e ir al gimnasio, a pesar de las constantes bromas de Tony Stark respecto a su intachable físico, y a su futuro parecido a un culturista si continuaba ejercitándose de una forma tan intensa.

Sin embargo, el super soldado amaba cada cosa que conseguía hacer con su nuevo cuerpo, cada persona a la que protegía gracias a él, y que jamás habría logrado de haber seguido como era, en un cuerpo enfermizo y débil.

Por ello, cuando se ponía frente al saco de entrenamiento, se imaginaba que aquellos a quienes quería proteger se encontraban detrás, y que el objeto al que golpearía era lo único que se interponía en su camino.

Pero, aquella mañana, no pudo practicar como solía, y jamás en su vida lo habría agradecido más.

Una hermosa Darcy Lewis, enfundada en un pantalón que llegaba a sus rodillas y con una camiseta de tirantes, se encontraba en el centro del ring, practicando los puñetazos de boxeo en el aire, haciendo sombras en las que combinaba diferentes golpes y esquivas de una forma tan limpia y depurada que le sorprendió.

Sin dar muestras de ello, o hacer ruido, se colocó tras la joven, descubriendo que llevaba auriculares, y que parecía golpear al ritmo de la música que escuchaba.

Sin darle tiempo a esperar el ataque, la joven giró en redondo, pivotando sobre sí misma y lanzando un puñetazo en dirección al Capitán, quien se cubrió juntando sus brazos para evitar que el golpe le diera en la cara.

-¡Capitán! -exclamó la joven, quitándose de un tirón los auriculares y mirando al enorme hombre ante ella con preocupación y arrepentimiento.

-No se preocupe, señorita Lewis -tan educado como siempre, y sin dar muestras de dolor, se acercó a ella hasta quedar a una distancia prudencial-. ¿Le gustaría ayudarme en mi entrenamiento? He visto que es usted bastante buena en lo que hacía... ¿Boxeo, quizá? -ella asintió, y se colocó en posición con la guardia en alto. Esto fue suficiente para que Steve interpretara su aceptación, de modo que, quitándose el jersey que llevaba y quedando en camiseta de tirantes, adoptó la misma postura que ella.

Dioses y HéroesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora