El joven Célebre se aproxima

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Mismo día, mismas horas, los mismos segundos.

(*Esta parte es un "extra" por así decirlo, sino te interesa puedes saltearte directamente al capitulo siguiente)

—Omnisciente,dame informes de algo nuevo, por favor.

Le dio un corto sorbo a su café, cargado como su duro trabajo. Aburrido, e interesante, al mismo modo.

Había dedicado los últimos 35 años a su carrera como narrador, en la mejor empresa, según lo afirma él.

Hausder wundervollenWünsche, o más bien HWW era, y continúa siendo el mejor y único lugar estable para todos los genios del mundo. A pesar de lo pesado que era trabajar ahí, no mostraba cansancio, sino orgullo de si mismo.

Deja escapar un suspiro, y examina escrupulosamente cada una de las pequeñas pantallas del ordenador.

—No hay nada. Satisfacción, ahijados contentos, lo mismo de todos los días

La mujer asiente, escaza de interés, somnolienta. Recoge su papelería y la acomoda, separándola en orden de importancia, en distinguidos folders.

— ¿Cómo va Román? —Pregunta de la nada.

Román Dempsey, uno de los tantos, con la enorme ventaja de ser de los primeros en la generación, donde entró por puro gusto e interés, no por heredencia, como todos los demás. Joven, sin escrúpulos, a veces cruel como el infierno.

No quería acordarse de la persona que más odio le ha reservado en toda su vida, mucho menos quería verlo.

¿Qué se le iba a hacer? Trabajo es trabajo.

— ¿Quién es su ahijado?

La joven ríe, y se levanta de su silla para guardar el montón de carpetas en el archivero.

—Esa palabra ya no se usa, omnisciente, lo indicado en la actualidad es cliente, ya ni siquiera existe el Benjamín.

Sonríe. Tiene razón. ¡Como pasa el tiempo! Benjamín solía utilizarse primero, por dos razones, una por ser un adoptivo, por así decirlo, y otra, porque el primer cliente de la compañía —Que por cierto hace más de un bicentenario de su fallecimiento— se llamaba Benjamín.

La HWW era antes gobernada por reyes, y trabajaban padrinos, ahora todo es distinto, los reyes son nada más que presidentes, y los padrinos son llamados genios, aunque algunos prefieren su antiguo sobrenombre.

La melancolía lo recorre, tantas cosas que ha experimentado, y ahora sólo viven en sus recuerdos, además de que ya no puede andar tan rápido como antes en la bicicleta, o jugar futbol, o simplemente pasarla con su familia, porque ellos ya no están.

—Su nombre es Christian…. —Hojea un libro grande y pesado— Christian Mendler. No olvides escribirlo con H, es un nombre muy encantador y complicado.

Él teclea el nombre y en menos de 3 segundos apareció, raudamente, toda su información. Hizo clic en una ventana celada y salió un video. Efectivamente, en vivo se podía presenciar todo lo que ocurría, gracias a una abstracta cámara oculta.

—Deberías acompañarme a merodear esto.

Ella se acerca a la pantalla y divisa una pequeña sala, poco afable, pero accesible a la vez, con un poco de desorden, poblada por dos largos sillones color crema, uno frente a otro, y cada uno era ocupado par las dos personas que hablaban.

—No sabes lo que quieres.

Ambos comparten una mirada cauta, el presiona un botón, que pareciera que pretendía subir el volumen.

Las maravillas de un genioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora