Capítulo 1

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Miércoles 19 de noviembre, 2014 (7:00 a.m.)

Extrañamente, abro los ojos sin necesidad de un sonido brutalmente escandaloso, como acostumbro hacer todos los días, gracias al alborotado ritmo de la musica que tengo como alarma en mi teléfono.

Apenas despego mi cara de la almohada, siento un dolor insoportable en cada parte de mi cuerpo, provocado por la superficialidad del frío. Un mareo se revuelve en mi estómago, lo que incita un desagradable eructo.

Me dirijo directa y bruscamente al inodoro para expulsar lo podrido por mi boca.

Es jodidamente asqueroso.

Repito el proceso cuatro veces, consiguiendo que el poco sueño que me quedaba se desvaneciera por completo.

En un intento fallido de reorganización caigo en cuenta de que algo extravagante sucedió en la tarde de ayer. ¿será verdad que me encontré con un genio?  El solo hecho de dudarlo, credulamente de él, me hace sentir pendejo. ¿debería creer en una persona como él? Apenas conozco su  sobrenombre,  ni siquiera su verdadero nombre.

El teléfono comienza a sonar, y no alcanzo a contestar. ¿como mierdas iba a lograrlo? Si duró medio segundo.

Esta vez escucho mi celular, el que juzgue muerto.

Quizá seguía en un sueño (lo que tenía más sentido, viéndolo así) .

Lo ignoro.

Insiste.

Sigo ignorando.

Sigue insistiendo.

¡A la mierda!

Contesto.

“— Mas vale que sea de vida o muerte, joder.” — emito de mala gana.

“— ¿Me olvidé de algún detalle? Algo en especial... Umm...  ¿Valioso?”. — dijo la otra voz, ignorando mi advertencia.

Titubeo unos segundos.

“— ¡Cabrón, Hijo de puta! ” — consigo decir, oyendome a mi mismo como un estúpido.

— Ríe placenteramente — “ por favor, Christian, ¿no recuerdas mi nombre? Definitivamente, no es cabrón, y también te pido de la manera más atenta que respetes, aunque sea un poco, a mi querida madre”.

“Estoy seguro de que no es una santa, imbécil ”. Pienso, no lo digo.

“— Ahora, bien ” — continúa — “ ¿Me falta algún detalle?”.

Verifico lentamente toda mi casa, buscando algún error. Me gustaría echarselo en la puta cara, para mostrarle que no es perfecto.

En el baño. Nada.

La habitación. Tampoco.

La cocina. Mucho menos.

¿Nada?

¿y mi ropa desgarrada?

“— En tu habitación, jovencito inmaduro”.

La veo en el ropero. Hace un momento no estaba allí. Estoy seguro.

Caigo pesado en el sillón.

“— ¿Como he llegado aquí? ”.

“—El punto es que estas en tu hogar, ¿no querías eso?”.

“— ¡acabas de leer mi mente! No entiendo nada, maldición ”.

Suspira desde el otro lado de la línea.

“—No tengo tiempo para esto, ¿algo importante?”

“—¿Qué hora es?”.— ¿Así o más idiota?

“—Las ocho, exactamente, ¿por qué?”.

Me toco el puente de la nariz.

“— Tengo tiempo extra, no sé como desperdiciarlo”.

“— De eso no te preocupes”.

Y cuelga al instante.

♔♔♔♔♔

No recuerdo ni como es que he llegado a la universidad, solo sé que ya falta poco para que concluyan las clases de hoy. Lo más raro es que mientras a mi todo me pareció tan rápido como la luz, a los demás les pareció una eternidad.
Elegí la carrera de ingeniería en la universidad de Samford, una de las más reconocidas en Birmingham, gracias al duro sacrificio de un trabajador y estudiante.
Mi madre quería que yo estudiara leyes, y estar asociado junto al mismísimo presidente.
No me veo a mi siendo un burócrata, es por eso que me fui de la casa de mi madre y me conseguí la mía. No elegante, pero es acogedor.
Por el momento, no sé absolutamente nada de ella.
— ¿Cómo ha seguido Dylan? — pregunta Colette, precipitadamente.
Dylan es medio hermano de Tyler. Tyler está ahora junto con nosotros, Colette y yo. Dylan también debería,  pero el imbécil desconoce el significado de ser precavido. Se ha caído de una moto (no entiendo porqué mierdas estaba montando una) y se rompió una pierna. No recuerdo cuál, el caso es que no puede caminar, por el momento.
Lleva una semana así,  estaría prácticamente reprobado de no ser por su medio hermano.
Ambos son iguales, y distintos al mismo tiempo. Dylan es risueño, como el infierno, algunas veces podría alegrarte el día con una sola estúpida broma, otras podría simplemente Sacarte de quicio, y querer tomarlo del cuello, y arrojarlo por la borda.
Yo simplemente lo mando a la mierda.
— El idiota sigue sin entender que debe permanecer quieto, pero en lugar de eso, se busca más problemas,  es un milagro que siga vivo.
Sonrió. Burlón.
Es gracioso oírlo de los labios de Tyler, quejándose.
Él también es divertido sin quererlo, lo que le distingue de Dylan, es su notoria preocupación y responsabilidad. Es más callado. De vez en cuando sufre de nervosidad. Es un jodido quejumbroso, siempre le da un toque de queda a Dylan.

— Es una lástima tener el papel de enfermera de tu querido hermano.

Colette suelta una sonora risa ante mi comentario.

— No es gracioso, hijo de puta.
Me carcajeo.
— Christian,  ayer dijiste que irías de... ¿visita?  — Colette sonríe.
— Si, así fue. 
Se deshizo su desarreglada trenza y se recogió su cabello en una coleta.
De pequeña, era conocida como «Colette, la niña de las coletas. » Gracioso, ¿no?
— ¿y ya? Ni siquiera te vi.
— Debió haber sucedido algo interesante — agrega Tyler,  tose brevemente — conocer a una chica caliente, por ejemplo.

Me rasco la nuca, sacandome sangre por mi descuido.
Resisto el ardor.

— Con suerte los conozco a ustedes — me encojo de hombros.

Es verdad. No conozco a nadie más que a ellos, y es técnicamente raro, pues yo no soy muy sociable.
Tampoco digo que no voy por un camino pecaminoso,  he cometido un montón de estupideces que, si las documentara,  formaría una pila enorme.
O dos.
En fin, ¿qué más me puede faltar? Los tengo a ellos, y son excelentes compañeros.
Creo que yo no soy lo suficiente para ellos. Eso me deprime.

¡Santa mierda! ¿Me estoy volviendo sentimental?

Las maravillas de un genioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora