Diana
Era oficial.
Odiaba educación física.
Podía sentir el sudor corriendo por mi piel y el sol quemando hasta mis venas. Tan asfixiante. De verdad no sabía porqué estaba haciendo esto. ¿Por qué pensé que era una buena idea?
Estar en el último año de universidad y tomar una materia de este estilo solo porque debes créditos no era divertido.
Podía anotarlo a mi lista de <<estúpidas decisiones que ha tomado Diana Castillo vol. 7>>
Al llegar al final de la pista de correr puse mi manos en las rodillas respirando pesadamente, mis gafas se estaban empañando por haber respirado tan cerca de ellas. Una mano se posó en mi hombro, al voltear la vi. Alejandra. Venía dando saltitos e incluso se veía feliz, optimista.
—¿Qué te sucede Di?
Suspiré.
—Lo normal, ya sabes, perdiendo la consciencia y aire para respirar.
Ella rodó sus ojos.
—Vamos Di no es para tanto, te dije que sería divertido.
Asi que ella era la razón por la que estaba aquí. Estaba a punto de señalar su terrible idea pero un señor bajito y panzon pasó con su silbato.
—¡Señoritas, prosigan con la carrera!
Parte de mi quería tirarse al suelo y hacerse bolita, la otra parte quería reclamarle al maestro. ¿Qué hacía ahí de todos modos? ¿Quién daba clases de educación física estando obeso? Totalmente incongruente.
Apostaba mi brazo izquierdo a que si a él lo ponían a correr no correría ni dos metros antes de perder la respiración.
Alejandra me codeó.
—Eres terrible.
Hice una mueca.
—¿De qué hablas?
—¡Vamos! ¿Crees que no me di cuenta? Casi deseabas acuchillar al maestro.
Me encogí de hombros.
—Yo no dije nada.
—Tu cara dice más que tu boca amiga.
Está vez fui yo la que rodó sus ojos y proseguí mi caminata. El sol quemaba mi piel y sentía mis mejillas rojas. Era tan horrible. Odiaba tanto el ejercicio.
Cuando la clase acabó me sentí tan libre que casi quise dar saltitos. Ale y yo fuimos a cambiarnos a vestidores, pero había olvidado mi mochila así que me alejé maldiciendo por lo bajo.
¿Por qué era tan distraída?
Al regresar, me empecé a quitar la gafas por que estaban sucias y debían limpiarlas con mi toalla. Entré a vestidores.
Había un silencio ensordecedor.
Busqué mi casillero pero sin mis gafas era un error. Todo era borroso. Me las puse de nuevo después de limpiarlas.
En ese momento me di cuenta de mi error.
Oh mi terrible error.
Mi cabeza repitiéndose de nuevo.
¿Por qué era tan distraída?
Estaba en los vestidores de hombres.
♡♡♡
Para chicos que veían a una intrusa en los vestidores parecían muy plácidos mostrando sus torsos y desnudez. Mis mejillas se sentían tan calientes y rojas como tomates. Escuché algunas risas y comencé a caminar de regreso. Agaché la cabeza y mientras llegaba a la salida un torso desnudo se me cruzó.
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Lecciones de una Inadaptada y un Rompecorazones | COMPLETA
RomanceHéctor Almonte es la pura definición de sensualidad, encanto y diversión; la larga lista de chicas a las que rompió el corazón son la prueba tangible. Diana Castillo es la definición de timidez, torpeza y sarcasmo; la larga lista de libros que se le...