Mini maratón 2/2
Diana
Durante la semana entre la misteriosa actitud de Héctor rondando como un colibrí cada que iba a la casa de Becca y las constantes miradas de advertencia de Lucía sentía que iba a explotar. El primero, se la pasaba sonriéndome como si fuéramos cómplices de algo y la segunda me lanzaba miradas más amenazantes que la tercera guerra mundial.
De verdad no supe en que momento me encontraba entre dramas que no me incumbían.
La idea de convencer a Alejandra de dejar actividades extracurriculares en realidad no era tan terrible sino supiera cuan necia era a veces. La mujer de verdad era feliz viviendo al límite y cumpliendo con tareas bajo presión. Era lunes por la mañana cuando aproveché la <<oportunidad>> mientras entrábamos a la clase de atletismo que me arrepentía de haber metido con ella cada día de mi vida.
De hecho, esta era una de las consecuencias de la amistad de Alejandra. De alguna forma, quedabas enredada en una de sus muchas actividades. Yo ni siquiera hacía ejercicio, lo odiaba con creces, la única vez que hice tanto fue en la primaria cuando tenía seis. No hubo nada bueno para mi en ese entonces; terminé vomitando todo mi desayuno enfrente de todo el salón.
El sol de aquella mañana estaba cálido pero era casi como si apenas sintiera que te rozaba la piel, como una pequeña caricia apenas perceptible. Lo único que te mantenía en calor era estar trotando y seguir el ritmo del maestro obeso. Luché por conseguir aire y alcanzar a Ale en la pista.
— ¿Alguna vez...—me detuve en busca de aire, fallando terriblemente —alguna vez...?
Alejandra que parecía que estaba en su quinta vuelta y más fresca que una lechuga se echó a reír. ¿Cómo siquiera le daba el aire para reír?
— Querida Diana, lamento informarte que intentar hablar mientras corres y no tienes condición física acabará matándote.
—Querrás decir: tú acabarás matándome, tú fuiste la que me metió a esta estúpida clase —logré decir. Ella rodó sus ojos.
— Pudiste decir que no.
— Oh no me vengas con eso, necesitaba los créditos y caí como una tonta, dijiste que sólo sería trotar.
— ¡Y lo es!
Parecía tan alegre que me daba ganas de patear su espinilla. Las mañanas no eran lo mío, el ejercicio tampoco.
— Lo que sea, ya que estamos en el tema. Este año metiste muchas extracurriculares ¿no crees?
Ale pareció pensar y se detuvo, comenzó a contar con sus dedos. Cuando vi que pasó de los diez fue un tanto preocupante. Dioses, ¿quién en su sano juicio?
— Puedo con la presión.
Alcé mi ceja.
— Así como yo puedo con esta clase.
Ella rodó sus ojos como si fuera el comentario más tonto. Y yo no pude evitar pensar si quizá había otra razón por la que se enfocaba tanto en esas actividades. Pareció notar mi mirada porque dijo:
— Okay, vale, quizá me excedí un poquito pero es que...como que me da ansiedad no hacer nada y voy tras mis errores...
Cuando ella decía errores, específicamente se refería a sus quedantes, sus ligues, su ganado. No podía culparla, Alejandra era una chica muy guapa y popular en la universidad. Siempre atrajo la atención de los chicos. A veces incluso sentía un poco de envidia porque, donde ella tenía tanta atención, yo era como la hermanastra fea de Cenicienta que no la visitaban ni las moscas.
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Lecciones de una Inadaptada y un Rompecorazones | COMPLETA
RomanceHéctor Almonte es la pura definición de sensualidad, encanto y diversión; la larga lista de chicas a las que rompió el corazón son la prueba tangible. Diana Castillo es la definición de timidez, torpeza y sarcasmo; la larga lista de libros que se le...