Maratón final 3/3
Meses después
Diana
—No estoy muy segura de lo que estoy haciendo —resalté juntando mis manos en un gesto de inseguridad. Héctor me dio una sonrisa tranquilizadora.
—Solo tócalo —señaló.
Yo me limité a observarlo con detenimiento, esperando no arruinar todo. No estaba en mi amplio campo de experiencia.
—¿Y si lo arruino?
—Diana...—suspiró con cierta frustración. Podía entenderlo, yo también lo estaría.
—Nunca he hecho esto Héctor, ya te dije que no tengo experiencia.
—Es solo cuestión de relajarte y tocarlo con seguridad. Lo demás vendrá solo, una cosa llevará a la otra.
Intenté de verdad sentirme motivada por sus palabras. Una cosa había sido tocar el piano enfrente de un grupo de personas en una fiesta en la que casi nadie me reconocía y otra era tocar en un auditorio donde muchas de las personas que me verían serían conocidos míos. Hace meses que me había inscrito en el estúpido concurso de talentos del instituto y no pude retractarme a tiempo. Además de que cuando Héctor encontró la hoja de registro en mi habitación no pude mentirle. Él fue el primero en emocionarme de que todos me vieran tocar y era terriblemente adorable.
Si quitaba mi pánico escénico y mis ganas de tirarme de un quinto piso quizá podría ser un buen intento.
El piano que me habían asignado era blanco y demasiado grande, ostentoso. Nunca había tocado en uno de ese estilo y temía que mis manos lo fuesen a arruinar.
—Solo olvídate de que los demás te verán y mejor imagíname a mí desnudo.
Lo fulminé con la mirada.
—Claro, no tengo dudas que eso me hará sentir mejor —ironicé.
Héctor sonrió chulescamente.
—Esas son las ventajas de tener un novio de mi calibre.
—Soy tan afortunada, es más, quizás debas darme una foto, algo más gráfico que ayude.
Él se acercó y de un solo movimiento me hizo sentarme en su regazo. Las desventajas de tener el tamaño de un minion me impidieron hacer algo.
—No necesitas la foto, me tienes aquí en vivo —dijo con esa voz seductora.
Siempre que comenzaba a hablar así era como si todos mis sentidos se quedaran en algún lado oscuro, perdidos. Si ya de por si era distraída, tener un novio así de atractivo era mi perdición.
Claro que él no sabía eso.
Seguía sin saber el efecto que provocaba en todo mi cuerpo y como con un solo beso suyo yo ya estaba en las nubes.
—Eres tan...—comencé pero el muy imbécil me dio un beso en el cuello.
—¿Tan qué..?
—Un creído —solté intentando no sonar como que perdía el aire.
Cada vez que lo llamaba creído, arrogante o narcisista obtenía esa sonrisa completa como si acabara de decirle que era el amor de mi vida. Nunca parecía insultado. Pronto se acostumbró a mi poco tacto y mis constantes comentarios sarcásticos.
Honestamente, era algo que admiraba de él. Que le gustara a pesar de todas mis idioteces y defectos. Él tenía toda una lista de chicas que saldrían con él pero me eligió a mí. La chica que no parecía estar en su radar, la invisible que apenas y decía tres palabras.
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Lecciones de una Inadaptada y un Rompecorazones | COMPLETA
RomanceHéctor Almonte es la pura definición de sensualidad, encanto y diversión; la larga lista de chicas a las que rompió el corazón son la prueba tangible. Diana Castillo es la definición de timidez, torpeza y sarcasmo; la larga lista de libros que se le...