Maratón final 1/3
Diana
Héctor estaba furioso mientras me tomaba por el brazo para sacarme de aquella fiesta pero yo no estaba de humor para esto, así que me solté de su agarre.
—No tenías porque ser así de grosero con Daniel —lo acusé enojada también. Después de todo si no hubiese sido por él, las cosas hubieran terminado diferente esta noche.
—¿Estás hablando enserio Diana? Todos estaban malditamente preocupados por ti. Desapareciste de la fiesta para venir a una clandestina con ese imbécil.
—No lo entiendes —dije entre dientes.
—¿Qué se supone que tengo que entender? ¿Qué prefieres irte con un desconocido a llamarme a mí para pedir ayuda?
Negué pero mis ojos comenzaron a nublarse por las lágrimas.
—Cállate, sólo cállate.
—Simplemente no lo entiendo —continuó esta vez con su voz más suave.
Me intenté alejar pero escuché sus pasos acercarse.
—Diana.
Lancé un gruñido de frustración.Quise hacerme la tonta, pero él no pareció aguantarlo más.
—¿Cuál es tu maldito problema?
Sin poderlo evitar más, grité :
—¡Tú! ¡Tú eres mi maldito problema!
Él se rió amargamente negando con la cabeza.
—¿De verdad? ¿De verdad vas a actuar como si fuera el malo de la historia? No fui yo el que inició aquel beso.
Por un momento me quedé en silencio, evitando su mirada. Sentí mis mejillas enrojeciendo. Pero no iba avergonzarme, así que lo miré de regreso esta vez.
—¿Sabes qué? ¡Eres un idiota! ¿Tan difícil era alejarme y decirme la maldita verdad?
No sabía porqué estaba actuando así, pero la verdad era que esta noche había sido un desastre y de alguna forma Héctor se estaba convirtiendo en mi saco de boxeo.
Héctor se quedó en silencio por tanto tiempo que quería cavar un hoyo en la tierra y hundirme. Sabía que no sentía lo mismo.
—No te alejé por eso.
—No mientas. No tienes que mentirme como lo haces con las otras chicas.
—Tú no eres como ninguna de las otras chicas ¿de qué mierda hablas? —dijo con frustración.
—Te he visto, no soy tonta, se que hay muchas chicas detrás de ti y...
—Para.
—Yo estoy lejos de ser perfecta o bonita...
—Cállate Diana. Sólo deja de hablar por favor —dijo acercándose, parecía estar sufriendo mientras me suplicaba— nunca vuelvas a decir nada de eso, porque para mí si eres perfecta y preciosa, no te haces la idea de cuanto. Podrá haber muchas chicas detrás de mí pero para tu suerte, tú eres la única que me importa.
Me quedé en silencio ante su mirada tan cargada de sentimiento. Nunca había visto sus ojos brillar así. Sus palabras fueron como una caricia.
Nadie nunca me dijo algo así.
Tomó mi mano entre las suyas y la puso en su pecho. Me estremecí ante su toque.
—No entiendo, pensé qué no te gustaba.
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Lecciones de una Inadaptada y un Rompecorazones | COMPLETA
RomanceHéctor Almonte es la pura definición de sensualidad, encanto y diversión; la larga lista de chicas a las que rompió el corazón son la prueba tangible. Diana Castillo es la definición de timidez, torpeza y sarcasmo; la larga lista de libros que se le...