Control pt 2

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Esto debió de haber quedado ayer, pero bueno, espero que lo disfruten 


Joseph despertó.

No fue un movimiento ágil con el cual se incorporó y se arrancó las sabanas de un tirón. Duró unos segundos parpadeando y entonces, con una mueca de desencajado horror comprendió la situación, pero ya era demasiado tarde. Eileen levantó una mano. Casi parecía que admiraba los largos dedos pálidos, cuando en realidad se encargaba de asfixiar a su tío en su propia cama. El hombre trató de soltar el agarre invisible alrededor de su cuello, aunque claro, no hacía más que arañar su propia piel. Los quejidos entrecortados se empezaron a mezclar con las tímidas risas de Eileen.

--Tío, no luces bien—murmuró divertida. Joseph se lanzaba en todas direcciones mientras las venas en sus sienes se abultaban y la tez se le volvía roja—Quisiera dejarte descansar pero tenemos una conversación pendiente—

Lo soltó. La habitación quedó envuelta en un silencio abrasador y luego el suspiro de alivio de Joseph rompió la quietud, seguido de una tos estrepitosa que terminó en arcadas. Jadeaba en búsqueda de una bocanada de aire en medio de ese tumulto nocturno. Se inclinó sobre las sabanas y echó el contenido de su cena atrapado en una convulsión violenta.

--Tú, zorra...Igual que tú madre, no eres más que otra puta traidora—apenas terminó de hablar una fuerza invisible lo empujó contra la cabecera de la cama.

--De eso quiero que me hables, pero, por favor, evita las palabras ofensivas—levantó una mano y Joseph sintió un hormigueo subir por su rostro—Creo que no necesito ser persuasiva ¿verdad?

Joseph le disparó una sombría mirada cargada de odio. Aun cubierto de vómito, en camisón y jadeando en busca de aire lograba resultar dominante. Sin embargo, Eileen ni siquiera se inmutó. Por fin, masculló algo que parecía una respuesta afirmativa, escupida de mala gana.

--Tu madre era mi hermana menor. Yo la adoraba, ella era lo más valioso que poseía hasta que él la arruinó—El tono amargo de Joseph la sorprendió. El tío frío y reservado con el que había crecido ya no estaba ahí y en su lugar se hallaba un patético hombre a un paso de dejarse arrastrar por el envejecimiento prematuro.

--¿Mi padre?—inquirió confusa. La corriente de fuego bajaba por su garganta convirtiéndose apenas en un cálido cosquilleo. Joseph asintió.

--Un pintor fracasado que estaba al borde de la ruina—se mojó los labios—Terminó muriendo de tuberculosis en una pensión barata, según lo último que supe—

Con un ruido despectivo, dejo entrever que no hablaría más de aquel tema que aún le carcomía el descanso y lo perseguía incluso en sus sueños más lejanos. Eileen miró alrededor en la habitación. En la penumbra las sombras se burlaban de la ingenuidad de ella y la tozudez de él. Ambos no eran más que escenas representadas para espectadores silenciosos, que algún día se convertirían en reliquias perdidas en el tiempo. Por un momento se sintió avergonzada por todo ese interrogatorio. De haberlo preferido, utilizar ese nuevo poder no estaba en sus opciones pero necesitaba respuestas. El retrato sin rostro de su madre ya había durado suspendido demasiado tiempo en su imaginación.

--¿Por qué está mi madre encerrada en ese manicomio?—Joseph sonrió con desdén. Con un movimiento veloz salió de la cama y Eileen se odió por retroceder cuando la figura imponente del hombre hermético volvía a la vida. Tampoco hizo nada cuando él se asomó por la ventana, con la vista pérdida en algo más allá del bosque que rodeaba los límites de sus jardines.

--Trató de mantenerte apartada de tu propósito—Confesó. Se volvió hacia ella y aun en las tinieblas Eileen pudo percibir los ojos inyectados en sangre que brillaban en la oscuridad—Tuvimos que arrancarte de sus brazos porque amenazaba con irse y llevarte consigo.

El cielo de las súplicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora