La noche de los infieles

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Hola, ah, este capitulo será algo así como un OVA, es decir sólo lo hice porque tenía bloqueo XD, y no formará parte de la historia (y fue el más largo que hice)

Es lemon, espero que lo disfruten :D

Se aferró con fuerza a las cobijas que se encargaban de cubrir su cuerpo, con tal de controlar el deseo que se había apoderado de él, en esos momentos que no podían ser más inoportunos. Intentaba no pensar en el hecho que Eileen se encontrara en la habitación de al lado, vestida solamente con un camison y estaba tan some nolienta que no se daría cuenta cuando él se lo levantara para darle un vistazo a aquella piel que tanto deseba comprobar al tacto.

Mierda, no irrumpiría en la habitación de una dama para comprobar esa sucia fantasía que no podía pertenecer a un caballero como lo era él, pero la potente erección que se alzaba en su ropa interior no atendía la petición que su cerebro mandaba con tanta urgencia, ¿y ahora cómo la bajaba?, nunca antes le había pasado algo similar y aunque quería ir a preguntarle a Sebastian --Ya que él era un experto en "sacar información" usando ese método-- esto se trataba de algo tan bizarro que no sabría qué decirle cuando viera lo rígido que se encontraba...todo era por culpa de Eileen.

Joder, y a pesar de que la consideraba atractiva, ni siquiera le gustaba como para provocarle aquella reacción.

Y en todo caso de colarse en su habitación, como todo un canalla, ella lo echaría a patadas y ahora sí tendría un perfecto motivo para romper el compromiso que Joseph había formado con él...y eso no le convenía para nada a sus planes. Mierda, tenía que aguantar, aunque estuviera jadeando.

Se incorporó de su cama, ignorando esa voz que le rogaba a gritos tener la sensatez de volver a su cama y olvidarse de esa situación que le embargaba...pero la ignoró, giró con sumo cuidado la perilla de su puerta y la empujó, para escapar del cautiverio en el que estaba encerrado. Echó un vistazo alrededor del pasillo para comprobar que Sebastian no anduviera deambulando por ahí, así que sin pensarselo mucho, comenzó a caminar hacia el cuarto de al lado. Joder, él no era un pervertido, ¿Desde cuándo Ciel Phantomhive era uno de ellos?, pues Eileen Evans había sido la causante de convertirle en uno.

Giró la perilla y empujó lentamente la puerta. Mei-Rin le había avisado que la fiebre se le había pasado por lo que debería de estar demasiado exhausta como para despertarse con un simple roze, pero ¿Sería suficiente un simple roze para calmar a su "amigo"?, de cualquier manera ya estaba ahí y tendría que averiguarlo. Se aproximó hacia la cama donde Eileen descansaba y la miró como quien ve su peor tentación, mierda, incluso dormida estaba seduciéndolo. La luz de la luna se filtraba por la ventaba y golpeaba su rostro, descubriendo la piel que tanto deseaba tocar, su cabello castaño estaba suelto, era la primera vez que la veía de esa manera y a decir verdad, le agradaba la imagen que tenía al frente suyo y de esa manera, se veía como una linda muñequita de porcelana que todavía no ha sido arreglada para venderse al mejor postor.

Y el mejor postor era Ciel Phantomhive, ya había comprado a esa mujer cuando Joseph aceptó la propuesta de casar a su sobrina con él.

Levantó las delgadas sabanas que cubrían la piel de azúcar que él quería ver y el único ruido que se escuchaba ahí dentro era el de su propio corazón, atacado por las emociones que lo embriagaban, movió su mano y la posó sobre la pierna desnuda que estaba recargada encima de la otra, trató de desconectar su mente pues las imagenes de su madre no tardaban en golpear su memoria, porque en efecto, la piel de Eileen era tan suave como la de su madre. Siguió su recorrido, utilizando sus dedos para explorar mejor la zona del tobillo a la rodilla, ya que de ahí no pasaría pues era lo que se había aclarado cuando salió de su habitación en busca de ese descubrimiento, de seguro si Eileen lo viera en ese momento pegaría el grito en el cielo. Una sonrisa minuscula apareció en sus labios al comprobar que aquello le gustaba bastante, y que no era tan ajeno al contacto humano como él creía serlo. Delineaba con paciencia un camino imaginario que él mismo había inventado para llevar algún patrón que le hiciera tener un control sobre esa situación...un quejido le hizo Parar en seco su experimento. Alzó la mirada, con su mandíbula temblando y se encontró con la confusión pintada en el rostro de Eileen, sus ojos oscuros parecían llevarlo hacia algún punto incierto del tumulto que organizaban sus emociones. Se abalanzó sobre ella y tapó su boca con su mano, porque era obvio que un grito iba a escapar de su interior.

El cielo de las súplicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora