Expectante, le miraba con la boca ligeramente abierta a la espera de aquella repentina confesión que se suspendía peligrosa encima de ellos. Ciel sabía que una vez que lo dijera en voz alta, especialmente a ella, la inocencia de Eileen se desmoronaría en el suelo sin esperanza de ser reconstruida de nuevo. Aún con la espalda pegada a la puerta, trató de enderezar su delgada figura y cuadrar los hombros mientras ella se inclinaba incosciente hacia él. Ciel sintió deseos de tocar esa peca debajo del ojo castaño de la chica.
--Desconozco la entera gravedad del asunto, el porqué sucedió y cómo, pero--se detuvo al darse cuenta que no existían las palabras adecuadas para explicarlo, sólo las correctas--En tu interior reside un demonio, bueno, al menos una parte de él--
Ella retrocedió apenas un par de centímetros, conmocionada ante el peso de la revelación sin mostrar alguna otra reacción que el constante parpadeo automático de sus pestañas. El ambiente en la habitación se respiraba pesado, casi como si el aire tuviera un peso similar a algo físico. Ciel continuó:
--Tampoco estoy seguro de cuando sucedió pero, ¿Recuerdas vivir en otro lugar además de este?--
Ella asintió, su mirada vaga ya no le contemplaba más. En su mente se reproducían las imágenes de una mujer con largos cabellos castaños y brillantes ojos verdes y un hombre alto del que no logra figurar su rostro, sin embargo, los reconoce y aquello basta para sacarla de su trance. Lanza un grito ahogado por un arrebatador sollozo y se incorpora tan rápido que sintió un ligero mareo. Mira alrededor de la habitación, sintiéndose de repente como animal enjaulado. El aire de sus pulmones desaparece lentamente y comienza a tratar de absorber el restante tragando bocanadas inútiles que no hacen sino alterarla aún más. Ciel se levanta y camina hacia ella. En su mente no tiene idea de cómo empezar a tranquilizarla y su única idea resulta ser un poco indecente aunque al final se decide a tomarla por los brazos.
--Eileen... Señorita Evans, deje de chillar--Ella ni siquiera se dio cuenta de que lo había estado haciendo. La sujetó con fuerza y la obligó a mirarlo, algo que no fue sencillo ya que se vio sorprendido por el súbito forcejeo de la chica--Así está mejor, ahora respire con calma--
¿Y después qué? Nunca antes le tocó desempeñar el papel de consolar a alguien y no tenía idea de cómo empezar a hacerlo, sobretodo con ella. De solo pensar en acercarse y rodearla con los brazos le hacía desear encogerse de nervios. Sin embargo, sabía que contaba con poco tiempo para explicarle lo que debía saber (al menos una parte) antes de que Joseph apareciera y encontrara a Eileen en ese estado. Por suerte para él, la chica pareció relajarse, al menos lo suficiente como para intentar escucharlo, sin embargo, los ojos vagaban abrumados tratando de hallar algo anormal en su habitación.
--Si esto es una broma, es incluso peor de lo que ya ha hecho antes--murmuró entre susurros entrecortados. Ciel negó con la cabeza y le soltó los brazos con una ternura que no pudo evitar.
--Desearía tanto como usted que lo fuera, pero es evidente que mis teorías han acertado aunque no sé exactamente qué tanto lo han hecho--ella jadeó.
--¿De qué teorías me habla?--controló el temblor en sus manos y su voz. Ahora lo miraba casi como si fuera el causante del horror del que la acusaba.
--Me di cuenta la primera vez que estuve aquí, cuando vine a pedir su mano--omitió que fue Sebastián quien confirmó la presencia demoníaca en la casa--Verá, el anillo no fue el único motivo por el que me acerqué a usted y a su familia--
Eileen quiso sacudirlo para que desvelara el resto de su declaración, sin embargo, no pudo evitar sonrojarse al recordar ese día y la primera vez que lo vio a través de las cortinas de su ventana. Ciel quiso continuar pero los retumbantes pasos al otro lado de la puerta le avisaron que su tiempo se había acabado, y en efecto, Joseph abrió la puerta en toda su amplitud, tal vez esperando sorprenderlos en una postura antimoral.
--Eileen--se aclaró la garganta--Si ya te encuentras mejor me agradaría que bajaras a continuar con el postre, que ambos lo hicieran--los ojos oscuros del hombre vagaban en torno a ellos, cuestionando cada significado de sus gestos y posturas. Eileen asintió, todavía con su expresión abrumada pero resuelta a fingir que todo estaba bien, algo a lo que comenzaba a acostumbrarse.
--Espero que Ángela haya cocinado ese pay de manzana que tanto me gusta--se apresuró a la puerta pero se detuvo junto a su tío. Una fuerza desconocida que aplacaba toda enseñanza sumisa que le habían inculcado a través de sus años de vida quedó sepultado y ese bullicio ajeno en su cabeza la hacía sentir fuerte--No más charlas acerca de matrimonio--
Ciel no alcanzó a escuchar lo último que dijo, sin embargo, el rostro pálido de Joseph desvelaba un horror que un hombre poderoso como él no conocía. Parecía que vio algo sobrenatural en ese breve espacio de tiempo en el que su sobrina pasó junto a él y desapareció tras doblar el pasillo. Algo que si cerraba los ojos lo vería tras sus párpados. Ciel no quiso averiguar de qué se trataba y se apuró en seguir los pasos de la muchacha. Le extrañó que Joseph se quedara inmóvil en la habitación pero cuando se volvieron a instalar en el comedor, el hombre se les unió con el mismo semblante imponente que le caracterizaba. Sólo un ligero temblor en su dedo meñique delataba la inestabilidad que lo embargaba por dentro.
Así pues, el resto del almuerzo transcurrió lo más normal que se puede esperar entre las tensiones mal escondidas de los presentes y miradas fugaces que rogaban para ser atendidas en un sitio más privado. Al final, el tema del compromiso fue olvidado y nadie hizo el menor comentario que pudiera dirigir a una conversación incómoda, ni siquiera Joseph. Sin embargo, no se abstuvo de comentar acerca de los dos chicos a los que Eileen rechazó, aunque él mismo cambió el tema tan rápido que nadie tuvo oportunidad de decir nada al respecto. Cuando Ciel anunció su partida, Joseph insistió en acompañarlo personalmente a la puerta.
Eileen suspiró aliviada. La cabeza le punzaba y deseaba más que nada liberarse de ese molesto corsé que le apretaba las costillas. Habría considerado ir a visitar a Hollie pero el torbellino en su cabeza cargado de ideas y pensamientos agobiantes no le dejaría entablar alguna conversación decente. Solo quería retirarse y sumergirse en la comodidad de su privacidad donde las teorías irracionales de Ciel Phantomhive no llegarían y ella podría fingir que el chico sólo deliraba por el golpe que se dio en la cabeza cuando fue arrojado a la puerta, pero entonces ¿cómo fue que eso sucedió?
Dio un respingo cuando sintió un ligero cosquilleo en su mano derecha. Se volvió y se encontró con Sebastián, sin embargo, éste ya se marchaba y no se vio capaz ni siquiera de llamarlo por su nombre para preguntarle qué pasaba. Fue ahí cuando se dio cuenta de la nota que sostenía arrugada en su mano. No quiso indagar cómo el mayordomo logró hacer aquello sin que ella sintiera casi nada, aunque de alguna manera supo que si él lo hubiese deseado, ella no habría notado el papel aunque éste estuviese ahí.Echó una mirada alrededor del comedor y al verse sola extendió la nota. Jadeó sorprendida al ver el nombre del Conde al pie del escrito y por un breve momento fue consciente del significado del contenido antes de leerlo
Estrechó la nota contra su pecho. Su respiración volvía a acelerarse al imaginarse saliendo de su casa a hurtadillas sin que nadie se enterara, pero lo que más le inquietaba era la información que Ciel le daría si acudía al encuentro. Se preguntó qué rumbo tomaría ahora su vida en caso de él tuviera razón respecto a ello, mientras tanto tendría que buscar sus viejas botas de jardín que ya comenzaban a apretarle los pies.
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El cielo de las súplicas
أدب الهواةEileen es casada por compromiso, ella no desea ser esposa de aquel conde. Refinada, recatada, amable, elegante, delicada y servicial deben de ser las damas nobles pero hay una regla que nunca deben romper: No pueden desobedecer. ¿Se casará con el...