Bloqueo.

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Benjamín.

Desperté en una habitación extraña, provista de camillas, estanterías de medicamentos, luces fluorescentes y azulejos. Todo parecía inmaculadamente blanco, un blanco mezclado con el azul verdoso de las sabanas, las batas y las cortinas. Había conseguido deducir que me hallaba en un hospital, pero me encontraba muy débil y los narcóticos volvieron a hacer efecto. Me sumergí en las profundidades de lo irreal y subconsciente saltaba de un sueño a otro, cada uno más estrafalario que el anterior.

La segunda vez que desperté pude comprobar que estaba conectado a una máquina de transfusión de sangre. Los párpados me revoloteaban y mis padres, sentados al lado de mi cama, dieron un grito de emoción. Enseguida llegó una enfermera que les expulsó de la estancia para no alterar ni perjudicar mi recuperación, y comenzó a cuidarme y atender mis necesidades. Después de haber recuperado una parte de mi salud, la enfermera permitió a mis padres hablar conmigo.

Al entrar en la habitación de pacientes en la que me encontraba, mi madre se rompió en un llanto lastimero. Me abrazó fuertemente y me besuqueó toda la cara. Mi padre me rodeo con sus fuertes brazos cariñosamente para tranquilizarme y reconfortarme. Yo no podía reaccionar; mi experiencia de lapidación había sido demasiado traumática como para poder mostrar de alguna manera que estaba sano. Mi asistenta personal detectó mi dificultad reciente para procesar emociones y demostrar mis pensamientos. Alejó a mis progenitores de mi y volvió a inyectarme en las venas una potente anestesia.


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⏰ Última actualización: Jan 11, 2016 ⏰

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