III. Planes en Marcha

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III. Planes en Marcha

"¿Piensas hacer algo o vas a dejarlo así?" Aunque no se inmuto, la voz de la espía le asusto un tanto. Había tomado su cuaderno de dibujo y, sin siquiera percatarse, había creado un retrato en carboncillo de Tony.

De golpe cerro el cuadernillo aquel y suspiro pesadamente. "¿Qué quieres, Natasha?"

"Yo nada." Le dijo, dejándose caer en el sofá adjunto, y viendo al hombre con picardía. "Pero tu hijo pueda que quiera algo más."

Ante sus palabras, Steve la vio con asombro, que rápidamente cambio a un semblante serio. "Preguntaría que como lo sabes, pero ya nada debería de sorprenderme." La mujer solo sonrió con sorna, acomodando uno de sus mechones rojo fuego tras su oreja.

"Tienes a un niño haciendo berrinches, y el llamado a pararlo no hace nada."

"Tony no quiere siquiera verme, Natasha, y tú lo sabes." Le dijo, dejando caer el cuaderno en la mesilla, para luego pararse y caminar hasta el ventanal, observando desde lo alto de la torre la gran ciudad de Nueva York.

"Sabes, hay algo que me gustaba mucho de tu época," Le dijo tranquilamente la mujer, "Los hijos hacían lo que los padres decían, les gustase o no. Ahora en día, los padres hacen lo que los hijos dicen. Por eso tenemos tanto niño berrinchudo."

Steve suspiro nuevamente, un tanto exasperado. "Puede que tenga mi sangre, pero no fui parte de su vida, Natasha. Además de ello, sabes que me odia, siempre lo ha hecho."

La mujer solamente se encogió, sonriendo un poco, "No tengo experiencia en ello, pero hasta donde he escuchado, como que es normal que los adolescentes odien a los padres. Mas a los dieciséis."

La sonrisa que forzó la salida en el rostro de Steve mostro que las palabras de la mujer surgían efecto. "Bien, voy y lo busco, ¿y después qué? No quiere escucharme. Después de que le dije que era su padre me corrió de la habitación y no hubo forma de hacerlo entrar en razón."

"Dale un par de buenas nalgadas, lo sientas y le obligas a escucharte, quiéralo o no." Las palabras de la mujer, dichas como quien dice que el cielo es azul, le dejo con los ojos más abiertos que nunca. "No me mires así, Steve. Créelo o no, hay cosas que no pasan de moda. Si, ya sé que la gente piensa que no es modo de criar a los hijos, y puede sea cierto," le dijo ella encogiéndose de hombros, "Pero te recuerdo que ni tu eres convencional, ni nadie en esta maldita torre lo es."

"Lenguaje." Le dijo sin pensarlo, sonrojándose un poco ante la mirada de la mujer, "Disculpa...es que...maldecir, así como así, pues...no es algo a lo que estoy acostumbrado."

"Exacto, Rogers." Le dijo la mujer con una sonrisa, "Eres de otra época, y tienes un hijo adolescente que, no solo tiene a su disposición billones de miles de dólares, pero además de eso ha pasado por secuestro, tortura, se convirtió en un superhéroe, con un traje que le da habilidades extraordinarias, y que además de eso no conoce la palabra límites. Debería de estar descansando, y sin embargo tiene tres días de no salir de ese taller suyo, y por lo que sé ha estado bebiendo. No tiene a nadie que le ponga un alto, sabes que obtuvo su emancipación hace un año ilegalmente."

Eso último fue lo que más le llamo la atención. Siempre le había molestado el hecho de que un menor de su edad viviera de la forma que lo hacía. Tony no conocía limites, y le molestaba aún más tuviera acceso a alcohol. No era correcto, no lo había sido en su época y tampoco en esta. Es más, esta época era incluso un poco más rígida en esto.

Aunque muchos pensaban que el solo era musculo, ignoraban el hecho de que su ingenio lo había llevado a donde estaba. Steve Rogers no tenía un pelo de tonto. "Me hare cargo de ello." Le dijo a la mujer, sin percatarse había tomado un tono autoritario y por sobre todo rígido.

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