Capítulo​ 2

8.1K 435 18
                                    

Una luz cegadora entra por el ventanal a través de las cortinas traslúcidas. Una respiración suave me acaricia la nuca y unos brazos me envuelven por completo. Abro los ojos de sopetón, parpadeo varias veces y sonrío.

Me vuelvo despacio para no despertar a Izan que esta acostado al lado mío, pero cuando lo hago unos ojos ya abiertos me miran amorosos.

Vuelvo a sonreír bobalicona.

-Hola -murmura él, desperezándose a mi lado.

Me encanta despertarme con él por las mañanas. ¿Por qué será? Ah, ya por la vista.

-Hola -le digo a mi vez.

-¿Has dormido bien? -me pregunta con ojos risueño.

Dios santo ¿cómo puede estar tan guapo por las mañanas?

-Sí. ¿Y tú has dormido bien?

-Sí. Contigo siempre duermo perfectamente -dice y esboza una de sus radiantes sonrisas mañaneras.

Oh.

-Gracias -musito. Me inclino y le doy un tierno beso en los labios, no pudiéndome resistir.

Izan me abraza e inspira en mi cabello. Al rato me dice.

-Hueles muy bien.

-Tú también hueles muy bien.

-No tanto como tú -se remueve y me besa- Venga arriba -se incorpora en la cama y sale de ella, solo con sus bóxer negros.

Oh. ¿Cómo? Yo quería estar más tiempo en la cama.

Me levanto de mala gana.

-Tengo que ir al baño -murmuro casi enojada. ¿Con quién? ¿con él? ¿conmigo misma?

-Vale. Te espero a bajo -me dice mientras se planta unos pantalones de pijama azul y se lo ata a la cadera.

Una vez salgo del baño, emprendo camino a la cocina. Bajando las escaleras, empiezo a escuchar ¿música? No la distingo muy bien, pero conforme me voy acercando, oigo la preciosa voz de una mujer. No me suena en absoluto.

Cuando llego veo a Izan preparando café. La barra del desayuno está toda dispuesta para desayunar. Hay un par de platos, con tostadas, beicon y huevos. Y dos vasos de zumo de naranja.

-Eh, ya estás aquí -murmura cuando me ve- ¿Qué clase de café te gusta? -añade.

Me acomodo en uno de los taburetes de la isleta antes de responder.

-Volluto.

Asiente y se gira para prepararlo.

-Lo puedo hacer yo, si quieres -le comento, porque no me gusta estar sin hacer nada.

-No, tu quédate ahí -replica.

Baja la música y ahora suena en modo ambiente.

Hago una mueca de desacuerdo, pero me quedo sentada.

-¿Quién canta? -le pregunto para distraerme.

-Emeli Sande.

-Tiene una voz impresionante.

-Sí.

Izan rodea la barra, me entrega mi taza de café, y ocupa un taburete a mi lado.

-¿Te va bien el desayuno?

-Sí, gracias. Eres un amor -murmuro con cariño.

Sus labios sonríen satisfechos. Se inclina y me besa en la mejilla.

Nada es lo que pareceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora