VIII

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No me siento bien.

Me estremecí mientras caminaba entre la multitud de estudiantes. Odio las multitudes, las odiaba tanto.

- ¡Oye, Lauren, espera! -

Hice una mueca al escuchar la voz de Aiyana sobre el ruido de los estudiantes hablando en el pasillo. Era mediodía en la escuela y estaba tratando de llegar a mi clase de gimnasia sin desmayarme en el pasillo.

Dejé de caminar, esperando a que Aiyana me alcanzara. Tenía una sonrisa emocionada en su rostro mientras se acercaba, acunando su mochila gris como un bebé.
Comenzamos a caminar juntas a clase tan pronto como ella me alcanzó.

Mientras caminábamos, mi mirada se movió hacia ella, dándome cuenta de que en realidad no había aceptado mi disculpa antes.

- Aiyana, lamento lo que dije el otro día. Realmente no lo decía en serio. Solo estaba... no estaba en mis cabales -

- Está bien - murmuró Aiyana mientras una gran sonrisa se abría paso hacia sus labios.
Me miró con sus grandes ojos marrones, empujando mi hombro juguetonamente antes de apretar con fuerza su bolso gris para que no se cayera al suelo del pasillo de la escuela. 

Pronto llegamos al gimnasio, nos dirigimos a los vestuarios. Un suspiro salió de mis labios con irritación por la cantidad de gente apiñada dentro.

Odiaba los vestuarios. Odiaba todo, desde el olor, el ruido y la sensación de que uno de los idiotas de la escuela podría decidir meterse contigo en cualquier momento.
No vi a Camila en el vestuario, pero vi a Ben poniéndose sus zapatos deportivos en una esquina.

Aparté la mirada, apresurándome a ponerme la ropa para poder llegar al campo a tiempo y evitar cualquier tipo de castigo que mi profesor de gimnasia pudiera dar.

Salí del vestuario poco después, estremeciéndome al pensar en el lugar antes de salir por las puertas abiertas del gimnasio y a los campos abiertos. Nuestro entrenador me miró con lástima cuando estaba a la vista, a diferencia de la mayoría de mis maestros que me amaban, el entrenador Casper odiaba mis entrañas.

Yo no lo culpo.

No tenía ninguna duda de que cualquier persona aficionada a los deportes que me viera corriendo me odiaría también.

- Solo corre dos vueltas - suspiró.

Asentí con la cabeza, pasando junto a él lo más rápido que pude.

Dos vueltas pueden parecer pan comido, pero estaba desesperada y probablemente pasaría el resto del período doble tratando de completarlas. Después de hacer una pausa quizás por decimoquinta vez en mi primera vuelta, el entrenador Casper me despidió con una mezcla de pena y molestia.

Le di las gracias, dejando el campo soleado para ir al gimnasio con aire acondicionado.

Me apresuré a regresar al vestuario, agradecida de poder tomar una ducha sin la presencia de todos los demás. Me volví a poner mi ropa habitual antes de salir del vestuario.

Me dirigía hacia la entrada del gimnasio para hacer mi salida, pero me detuve cuando escuché el sonido de letras de música que no estaban en español.

- ¿Camila? - murmuré instintivamente, mirando alrededor del gimnasio hasta que vi a Camila en las gradas.

Estaba sentada en lo alto con su computadora portátil en su regazo mientras escribía. No tenía los auriculares puestos, lo que indica que la música provenía de su computadora portátil.

La llamé por su nombre de nuevo, viendo como se volvía para mirarme con una expresión de sorpresa.

- ¿La clase ya terminó? - preguntó, poniendo fin a la música que venía de su computadora. 

The Genius (Adaptación) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora