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Jungkook se sentía descolocado en su silla, mirando a las palomas que revoloteaban con sus alas por el aire a través del ventanal del salón. No tenía la menor idea de que los demás maquinaban la fórmula general de las ecuaciones cuadráticas porque solo podía pensar en su amigo. ¿Por qué evadía lo ocurrido? ¿Por qué intentaba volver atrás el tiempo e ignorar aquella sobrecogedora noche? 

Iba a continuar trazando círculos inconscientes en el amarillento papel de su cuaderno cuando se sintió escocer. 

Sin darle mucha importancia, se rascó el estómago con vigor. Sin embargo, luego de haber rascado de nuevo el mismo sitio, hurgando debajo de su blanca camisa, vio que sus uñas se tiñeron de rojo y que escamas de su cuerpo se adherían a estas cochambrosamente. Y tembló de repulsión porque su camisa se vio enrojecer con el tinte de su sangre, y se levantó estrepitosamente para escapar irrefrenable de su salón, chocando accidentalmente con una puerta que lo hizo tropezar. Se le iba la respiración con el solo pensamiento de que estaba sangrando extrañamente, pues parecía ser que la picazón se estaba propagando por sus extremidades y temió lo peor.

Se levantó desorbitado del suelo, dando trompicones sonoros por la dura suela de sus zapatos contra las baldosas, y buscó el baño de varones más cercano que encontrase. Agitado a no poder más, evitó el espejo de la pared y entró a uno de los retretes, tratando de cerrar con pestillo la puerta de la cabina pero fallando en el intento, pues cayó rendido a la tapa del excusado.

—Ah... —sudó fríamente y desabotonó con desespero la manchada camisa— Ah... Ah... —daba más exhalaciones que inhalaciones, y sus músculos decidieron desnudar su cuerpo, dejándolo solo en ropa interior— A-Ah... —le estaba doliendo en demasía tener que agacharse a desabrochar sus zapatos, quedando solo en calcetas. Se apartó los cabellos que caían sobre su frente e inmediatamente miró hacia abajo, arrepintiéndose monumentalmente— AH... —se tapó la boca con presura y ahogó sus alaridos de pavor— AH... AH...

Sin saber qué hacer, sacó incontables trozos de papel higiénico y los colocó sobre su descascarado vientre, sin importarle que aquel acto hiciera que la carne viva y rosada que se mostraba palpitante ardiera con lo áspero del papel. Se rascó inane e inútilmente sus brazos y piernas con sus ya filosas uñas, haciendo brotar la sangre de sus sobresalientes cutículas, maniático por la condenada picazón.

—A-Ah... —lloraba, quejándose como bebé y no importándole que la puerta del baño se abriese de golpe.

—¿Jungkook? —se oyó llamar— ¿Estás?

Ah... —suspiró, dejando que su espalda cayera contra la pared tras él, sintiéndose ahogar. 

La persona que le llamó inició a abrir cada una de las cabinas en busca del pelinegro, y al dar con la acertada, se pasmó frente a él. 

—Oh —se tapó la boca con los ojos bien abiertos—. Dios...

—N-No me mires —alzó la mano en busca de ocultarse de la vista de Taehyung—. No... No...

—Jungkook, ven. Debo llevarte a la enfermería —se le acercó para tomarle de las muñecas—. Vamos, rápido...

¡NO ME TOQUES! —gritó aterrado hasta el hueso, echándose hacia atrás como desconfiado animal de circo— ¡NO ME TOQUES!

—Pero, Jungkook-

¡NO ME TOQUES! —sollozó rascándose otra vez— ¡NO TE ME ACERQUES! ¡SOY UNA BESTIA! ¡VETE!

—¡No, por Dios! ¡Ven! Te voy a ayudar —alzó de nuevo sus brazos con tremenda angustia y cierto malestar ante esa piel—. Ven, ven...

¡NO! ¡Quiero a mi mamá! —cayó al suelo sin saber lo que empezaba a salir de sus labios— Quiero a mi mamá... Quiero a mi mamá...

del cuero • taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora