Diesciocho

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No era para nada horrible, ni mucho menos. Todo lo contrario, era un ser demasiado hermoso y único para ser descrito con simples y mundanas palabras.

Soltando un bufido de exasperación, Sasuke hizo un lado su plato, muerto su apetito ante la escena excesivamente melosa que se llevaba a cabo en el recibidor. Naruto yacía sentado en las piernas de Itachi, estaba firmemente abrazado a su cuello (cuál koala al eucalipto) y ocasionalmente emitía un suave ronroneo afectuoso, similar al de los gatos, solo que con aquel timbre caracteristico en los zorros. Itachi por su parte no hacía más que mantenerlo aferrado de la cintura, permitiendo al Kitsune acurrucarse sobre su hombro mientras le susurraba palabras ininteligibles.

¿Amigos?...si, claro. Era imposible que tanta cursilería precediera de una amistad cualquiera. Itachi era un mentiroso en toda la regla, lo peor de todo es que Mikoto le había creído. Y cuántas ganas tenía Sasuke de delatar tan superfluo pero relevante suceso.

Inconscientemente apretó los puños bajo la mesa. Ya habían pasado diez días desde la llegada de su hermano. Sin embargo, Naruto no había efectuado su transformación hasta hacía tres días. Y desde entonces no había hecho más que jugar en el jardín, asearse en la pileta, y seguir a Itachi por todos lados. Era un incordio, si....y le gustaba.
***

-¡Menma, regresa!

Saltó fuera de la madriguera, mirando atento en todas direcciones antes de emprender nuevamente la búsqueda. Todos los días hacía lo mismo después de la puesta de sol. Llevaban aislados varias lunas de su territorio, ocultos como parasitos bajo la tierra, alimentandose escasamente de los frutos en las inmediaciones. Era Minato el encargado de proveerles agua, y a pesar de ello, no se alejaba más de cinco kilometros de aquel terreno sombrío que habían adaptado como "hogar"

Menma era rebelde por naturaleza, adoraba imponerse por encima de las leyes, aunque se había reprimido mucho tiempo.

Corrió a toda velocidad, zigzagueando entre la maleza, sintiendo el aire fresco chocar contra su cuerpo. En pocos minutos llegó a su destino: la pendiente situada en el territorio del remolino.

Dio vueltas por doquier, buscando a quien se suponía le mantendría informado de la situación. Cada tercer día se reunían en ese punto.

-Shisui- el cuervo bajó de un árbol, situandose frente a él y escudriñandolo con aplomo.

-Te he dicho que no hagas demasiado ruido- lo reprendió. Menma quiso retarlo, tumbarlo sobre el prado y saltarle encima para intimidarlo, pero se limitó a mirarlo secamente, aún jadeante por la carrera emprendida hasta allí. -Aún no tengo noticias de Itachi. Lo más seguro es que este oculto en un lugar seguro.

-¿Y mi hermano?- saltó Menma a la defensiva. Empezaba a cansarse con todo ese asunto de ser discretos. Lo único que había dicho a su familia era que Naruto estaba a salvo en otro lugar y que pronto regresaría, también les informó sobre el ataque de los lobos, pero fuera de eso, nadie (ni siquiera la metiche de Naruko) estaba informado de sus encuentros con Shisui.

-Con Itachi estará seguro. Incluso más de lo que estaría con su familia- Shisui fue franco al hablar. Itachi le había relatado vagamente su lío amoroso con el Kitsune. Y aunque no estaba de acuerdo, se había visto en la obligación de apoyarlo. Era como su hermano después de todo.

-Odio esto- se quejó Menma al borde de un colapso nervioso. -No puedo salir a cazar como antes. Extraño a mi hermano, y quiero mi antigua vida de vuelta.

Shisui se apartó un poco de aquel arrebato de frustración. Entendía ligeramente como debía sentirse, pero lo cierto era que Fugaku no pensaba detenerse hasta erradicar al último Kitsune del territorio. Diariamente una emboscada de cinco miembros acudía a esa zona para exterminar cuanto zorro hubiera al paso. Hasta el momento iban más de dos docenas, y como las cosas siguieran así, acabarían por extinguirse.

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