El nuevo hogar

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Desde la ventana del coche, Ana Dames contemplaba como el frondoso y aterciopelado bosque en el que se había criado desaparecía entre las curvas de la carretera. La carretera que terminaría en la ciudad dónde comenzaría una nueva vida.

La música de la radio hacía sentir a la jóven como la protagonista de un musical. Una película llena de recuerdos que se desvanecían a lo largo del camino.
Empezó a recordar las largas quedadas con sus amigos, las risas en familia, las hogeras en el bosque, los trabajos en grupo del instituto...

Su nuevo hogar se encontraba en el centro de la ciudad. No era un apartamento lujoso como algunos que habían visto al buscar aparcamiento. Era pequeño y polvoriento, y estaba decorado de una forma muy peculiar. Los antiguos dueños habían dejado allí muebles de madera y su gran colección de objetos antiguos.

-Huele a viejo. -Dijo Ana rápidamente al entrar en la casa.

-Huele a cerrado, y es normal. Es una casa muy vieja y hay que limpiarla. Mañana este olor habrá desaparecido.
-La interrumpió su madre intentando ser positiva. Aunque ella también estaba un poco molesta por la cantidad de muebles y trastos que tendrían que retirar.

Mientras sus padres descargaban el equipaje y hacían llamadas al camión de la mudanza, Ana decidió salir para explorar la zona.
Recorrió varias calles hasta pararse en seco delante de un restaurante Japonés. El olor a cúrcuma que desprendía impregnaba toda la calle.

-Que buena pinta -pensó - tal vez pueda convencer a mis padres para venir a cenar aquí.

Era un local precioso. Sus columnas y colores recordaban a un castillo japonés. Justo en la entrada había una pequeña fuente con peces dorados. Y en la pared, figuras talladas a mano y cuadros de paisajes mágicos.
Mientras se desplazaba por el pasillo del restaurante, Ana iba observando cada detalle, uno detrás de otro.

De repente, se escuchó un estruendoso ruido. Un chico alto, moreno y con rasgos asiáticos se agachaba para recoger un plato roto del suelo. Los trocitos de cerámica se habían esparcido por todos lados.

-Perdona, ¿te has hecho daño? Han saltado justo al lado tuya. - Dijo el joven avergonzado.

-No, gracias. Estoy bien.

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