Denis

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Pasaron los días y los exámenes se fueron acumulando semana tras semana. Ahora pasaba largas horas en casa, con la cabeza metida entre los libros.

Aunque su prioridad eran los estudios, Ana había hecho un gran grupo de amigos con los que salía cada fin de semana.
Sus amigas siempre bromeaban con buscarle novio, pero la chica ya tenía en secreto a alguien en quien pensar.

Cada noche, el rostro del chico aparecía en su cabeza.
Ana no podía evitar preguntarse miles de  cosas sobre él. '' ¿Cómo se llamará? ¿Se acordará de mí? ¿Seguirá trabajando en el mismo sitio? ''
Pero un día, sin esperarlo, el joven volvió a aparecer en su vida.

Aquella tarde, los padres de Ana se habían puesto manos a la obra. Habían decidido darle un toque más original y moderno a la fachada de su casa.
Después de horas trabajando en el proyecto, el resultado había sido precioso. Tanto, que todo el que pasaba se quedaba mirando.

La chica también había querido echarles una mano, a si que recogió todos los escombros que habían quedado esparcidos por el suelo y los metió en una bolsa. Dentro de esta, habían desde trozos de pintura seca, hasta tocitos de  azulejos que habían utilizado para hacer un mosaico.

Mientras se dirigía a los contenedores de basura se fijó en lo sosas que estaban decoradas las otras fachadas comparadas con la suya. ¡Había que reconocer que sus padres habían hecho muy buen trabajo!

Cuando llegó, habían dos o tres personas más tirando la basura. Una de ellas se acercó por su espalda y le tocó el hombro.

-Perdona, se te a caído esto. - Dijo mientras Ana se giraba.

No se lo podía creer, era él, el chico que tanto añoraba, ¡el camarero del restaurante Japonés!

-Aquí tienes- añadió dejándole en la mano uno de los pendientes de Ana. - Espera... ¡tu eres esa chica! ¡La del plato roto! Encantado de volver a verte.

Los ojos de Ana se iluminaron. ¡Se acordaba de ella! Aunque maldijo que se hubieran encontrado justamente en ese momento. Frente a los contenedores de basura. Aun así, quiso seguir un poco más la conversación.

-¡Muchas gracias! Y sí, soy Ana - Dijo soltando una risita. -Hace tiempo que no vamos al restaurante. ¿Qué tal por allí?

-¡Muy bien! Por cierto, yo soy Denis...

Las palabras no duraron mucho más, pero Ana se sintió por un instante la joven más afortunada del mundo.
Ahora sabía como se llamaba. Denis...

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