Su sabor

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Reto 2: "Los panes de la tienda de la esquina..."

Los panes de la tienda de la esquina, son tan sobrosos como un pedacito de cielo, suaves como las blancas nubes, que llenan cada uno de tus sentidos y acarician tus papilas gustativas.

La panadería de la esquina, que tiene como tendienta a Doña Alberta son lo único bueno en este vecindario, y es un buen local cuando eres alérgica al gluten como yo.

Pero los panes de la tienda de la esquina no son lo único bueno, lo que supera  incluso a los amables "Buenos días, Rosita, cada día más bonita." De Doña Rosaura, con sus cachetes regordetes rojos como dos manzanas, y sus labios pequeños en una cálida sonrisa, es por supuesto, su hija Ana.

Ana no es nada parecida a su madre, incluso puede notarse a simple vista lo difícil de su relación, cada que intercambian palabras o se miran, discuten hasta llegar a los gritos, su única hija es capaz de sacar de las casillas a la dulce Rosaura, y nunca he visto a Ana dar brazo a torcer, es como una fiera desatendida del resto del mundo, algo caprichosa e infantil al negarse a comprender a otros y a su punto de vista, sin duda, Ana es lo opuesto a su madre, una marginada libertina, y es la suma de estas cualidades, lo que me hace decir que sobre todo Ana es simple y sencillamente: perfecta.

Ana no entiende que cierta gente mayor tiene sus propios pensamientos y es difícil hacerlos cambiar de parecer de la noche a la mañana, tampoco comprende que la rebeldía no es la mejor forma de poner a alguien de tu lado, no entiende muchas cosas la pobrecita.

Ana, es tan contraria al resto que ignora a aquellos que le dicen que debería ser más  como una "señorita", más alegre, más viva, más brivante y coqueta, pues ella siempre se viste de colores negros y grises, deprimentes, se tiñe el cabello del negro más oscuro que pueda encontrar en la carta de colores, se corta el pelo corto ella sola y se rapa los costados de la cabeza, se viste con prendas holgadas que esconden por completo su delgado cuerpo, y siempre tiene esta cara de "Vete al carajo." Que es inconfundible, con su ceño y labios finos fruncidos. Además es la chica que desde los doce y todavía con veintiuno, le roba dinero a su madre, y Doña Rosaura ya no pregunta a sus empleados quien fue el último en cerrar la caja.

Los panes de la tienda de la esquina, huelen a cariño y melancolía, y son los únicos que salvan de la tristeza a este vecindario.

Cuando mi madre murió, papá me llevó a comer panes para celíacos en la  tienda de Doña Rosaura, es quizás desde la muerte de mi madre que me dedico a entender más a los que me llevan una diferencia de edad considerable.

A veces no compro nada, a veces voy a la tienda solo para ver a Ana, espero que ella no crea que estoy  demente u obsesionada pero aunque lo intente no puedo dejar de verla, veo como constantemente recibe críticas por su vestimenta y por su físico, por la forma en la que se expresa, por su carácter voluble, veo como a veces se cansa de luchar contra el mundo y prefiere sentarse alejada en algún banquito de la tienda, refunfuñando porque nadie la entiende ni lo hará. En cuánto a mí, siempre espero en el mismo banquito rosado, aún si ella no sabe que la espero.

A veces me gustaría hablarle pero no me animo; conocerla más profundidad, ser su amiga, escuchar sus miedos y sus inseguridades, darle palabras de aliento, pero no sé cómo acercarme sin que ella me esquive como al resto.

Doña Rosaura siempre pregunta por mi padre, y yo por su hija, es un trato íntimo entre nosotras, la mujer mayor no sabe, aunque no interesa, porque yo sí sé lo que busca.

Hoy al salir de la tienda de panes de la esquina, he visto a la loca Evita, una vieja en situación de calle que siempre anda con botella en mano, y ya nadie le da nada pues lo gasta en alcohol y no en comida, sobre todo porque siempre que se emborracha grita e insulta, cuando he pasado a su lado me ha llamado "marimacha" y "machirula", agregado con sarcasmo  un "come concha", y que me iría al mismo infierno que ella, más que bronca me da risa, más que risa me da pena, así que le regalo algunos billetes para que siga teniendo al menos algo de consuelo en la bebida, ella me despide con un cariñoso "Gracias, come concha." Y quiero creer que no he hecho una buena obra en el día.

Vos que sos relatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora