Superhéroes. Villanos. El bien o el mal.
En la mente y la vida de Ren Shimizu-Blair, aquellos eran conceptos fantasmales que nunca se había detenido a considerar.
Cuando la vida tiene un menú especialmente variado, donde no da señales de tener bueno...
i don't regret it one bit, 'cause he had it coming
they say i did something bad
then why's it feel so good?
"i did something bad", taylor swift
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Había pasado un día y medio desde la última vez que pisé el gran agujero del infierno, mejor conocida como mi humilde morada en Detroit. Estaba casi cumpliendo un récord pero, para variar, la razón de mi ausencia en casa no era una fiesta en la que había pasado más tiempo de la cuenta. Ahora resultaba ser un incómodo y silencioso viaje por carretera. El más apto para la familia de mi vida, tristemente.
La tienda de segunda mano fue la última parada antes de retomar viaje. Tuve la terapéutica oportunidad de encontrar mis auriculares en el fondo de mi bolso, y escuchar algo de música que pudiera calmar mi ansiedad, ya que no tenía otra opción. También tuve la chance de averiguar en qué parte del país me encontraba. Y, para mi mala suerte, el celular se quedó sin batería justo después de ubicarme en alguna carretera de Ohio.
Jamás había pensado que extrañaría a una ciudad tan cruda, pero negada a quedarse atrás. La población de Detroit no hacía nada más que aumentar y, aún así, para mí era una especie de ciudad fantasma. Una forma medio irónica de describirla, ya que por las noches había de todo menos fantasmas, especialmente cuando me ponía de acuerdo con mis compañeros para no estar sobria.
Siendo honesta, me sofocaban. A quienes conocía desde que me mudé a la capital de Michigan... bueno, en realidad, me sofocaba todo el mundo. Pero especialmente las personas de allí. Desbordaban territorialidad, una pretenciosa identidad hipster y mentes creativas. No eran nada más que una recreación de San Francisco; una copia áspera, segregada y racista.
Probablemente estaba siendo muy dura al juzgar el lugar donde había estado viviendo durante mi adolescencia, pero hablaba desde la experiencia.
Sin embargo, no lo extrañaba. No extrañaba mi aburrido departamento en absoluto. Ni siquiera habían pasado dos días, y la idea de tener que volver a un hogar vacío luego de todo lo ocurrido me provocaba un conflicto interno. Pero cuantas más vueltas le daba... no podía mentirme a mí misma. Sí que echaba de menos subir por las escaleras de incendio con un cigarrillo bajo la manga, a costa de un sermón de mi ausente hermana mayor.
Pasar por las zonas en el noreste de la ciudad, llena de marginalidad, pero abundante en las mejores fiestas que los que iban a mi preparatoria podían comprar... a esas sí las extrañaba. Necesitaba el ruido. Necesitaba la música que no oía voluntariamente, la gente que no conocía ni me interesaba conocer, fumar un poco... de los cigarrillos que Dick me había confiscado cuando inspeccionó mi mochila. ¿El desgraciado tenía alguna idea de cuánto costaba conseguirlos siendo menor de edad?
