ransom & reward ⋄ gar logan

capítulo uno

"Cómo Terminar en la Cárcel en Tres Simples Pasos: Miente. Sólo. Miente"

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i'm bitin' my nails

i'm too young to go to jail

it's kinda funny

"bellyache", billie eilish

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En el momento menos adecuado, una risita se escapó de mi seca garganta, que no había emitido queja absoluta durante toda la noche. Claro que escapó como yo no lo pude hacer de esa gran joyería, al igual que mi hermana, que no pudo evadir aquellas interminables deudas escondidas en su habitación por mucho tiempo más, y definitivamente ni cerca de haber huido como Tyler Hackett lo intentó hacer de Robin. Sin las intenciones de sonar como típica adolescente dramática (y no lo era); mi vida era un completo chiste. Y seguramente ni el mismísimo Joker se hubiese reído en una situación como en la que me encontraba. Como si estuviera de paseo en una patrulla de policía y las esposas fueran caros brazaletes comprados en la tienda del demonio a la que se me había ocurrido meterme. Qué fantástica idea. Al parecer, haber despertado tan tarde me había resecado el cerebro o algo, porque no podía haber estado más impresionada de mí misma y mi ocurrencia estúpida de jurarme Bonnie Parker, pero ni yo me hubiese ofrecido para hacer el papel de Clyde, porque me hubiese abandonado ahí mismo, en plena escena del crimen, así como mis propios poderes decidieron abandonarme con una salida dramática.

No fue hasta que el conductor de la lujosa limusina en la que iba sentada encendió la radio, que paré de decir la estupidez precisa que se me viniera a la cabeza. No capté por qué la había encendido, quizá con la intención de alivianar el ambiente, ni tampoco sabía si lo había hecho de forma literal, porque creí que sólo con mi respiración entrecortada los estaba asustando, como si fuera a explotar una bomba en mi tórax en cualquier momento.

El vómito mental era mi manera de asimilar en lo que me había metido, literalmente repitiendo la palabra mierda cada vez que formulaba un contraargumento para el ansiado detective a cargo de que me entrevistara. Intentaba evocar las palabras del policía, mis derechos, pero ni a eso me podía aferrar. Estaba totalmente desorientada, nunca me había sentido tan inútil y mísera, pero eso se explicaba solo, y con lo mucho que evitaba morderme el labio, pues era eso o dejar salir otra risa nerviosa y obligar al policía en el asiento del copiloto dirigirme aún más miradas de las que ya estaba obteniendo. Yo también lo miraba de vez en cuando, tratando de enfocarme en otra cosa que no fuese reírme por la ansiedad o llorar de rabia, y podía sentir en mis hombros todo el peso de la curiosidad que ambos oficiales tenían por mí, por cómo había logrado entrar en la joyería sin forzar nada.

Y no estaban solos en aquel enigma. Me encontraba segura de que la patrulla que iba escoltándonos atrás y la que iba adelante, ambas, me estaban cuestionando. Cómo era posible que una niña hubiese burlado perfectamente todas las alarmas iniciales, y no un grupo organizado de ladrones con armas y un plan, todo lo que yo no tenía. Se debían sentir unos completos idiotas al darse cuenta de que habían llamado a, no una, sino tres patrullas policíacas para una chica de diecisiete años, que ni siquiera llevaba unos insignificantes pendientes de rubí en su bolsillo. Lo que sí llevaba puesto eran mis argollas en ambas orejas, junto con otras perforaciones más y, si el oficial me interrogaba por alguna de las joyas que llevaba, tendría que confesar que la más cara era la industrial en mi oreja izquierda, que me costó cuatro dólares en una feria de las pulgas en la estación Broadway del metro de Detroit. Me arriesgaba a salir impune por decir la verdad con tal detalle, pero también a quedar detenida porque estaba segura de que ni la feria a la que había ido era legal. Con mi suerte en los últimos dos días, todo era tristemente posible.