• Capítulo 11 •

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♥ Retorno

─ ¡No espera! ¡Por favor, Edward! ¡No lo hagas! ─le suplico Lara con los ojos cerrados, sintiendo una y mil sensaciones dentro de su pecho.

─Anda, por favor. Solo una.

─No, no. Tengo miedo.

─Yo estoy aquí, contigo, siempre lo estaré. No te pasará nada, será divertido. Lo prometo.

─ ¿Y si me asusto?

─No tienes por qué asustarte. De todas maneras si lo haces yo te abrazaré.

─Pero...

─Vamos Lara, no tengas miedo. Estoy aquí ─ella sonrió débilmente.

─ ¿Lo prometes, prometes que siempre estarás aquí?

─Lo prometo.

─De acuerdo, pero no vayas a soltarme.

─Claro que no.

Edward se sentó sobre la pendiente, en una tabla deslizadora y acomodo a Lara entre sus piernas. Aquella mañana habían ido a un parque de diversiones.

─ ¿Estás lista?

─ ¡Sí! ─afirmó ella, totalmente emocionada.

─De acuerdo, ¡haya vamos!

Un pequeño impulso con los brazos los hizo deslizarse sobre la gran y extensa rampa empinada. Se estaban divirtiendo, y aunque era un juego para niños, Edward no le haría perder a Lara la emoción de sentir la adrenalina recorrer su cuerpo. Ella gritaba feliz, entusiasmada, sintiendo en sus entrañas una extraña sensación de miedo pero que al mismo tiempo le gustaba.

─ ¿Estás bien? ─le preguntó una vez que llegaron abajo. Ella encogió sus piernas y se soltó a llorar sobre sus rodillas─. ¿Qué pasa, te asustaste?

─ ¿Por qué...? ─le preguntó a su vez─. Edward, ¿por qué tardaste tanto en traerme a un lugar tan divertido? ─la chica levantó el rostro para mirarlo, luego, echó a reír a carcajadas dejándolo confundido mientras ella se levantaba y echaba a correr cuesta arriba─. ¡Vamos, levante! ¡Hagámoslo de nuevo!

Edward la siguió.

─Lara ─la llamó él una vez que estuvieron arriba.

La chica frunció su ceño.

─ ¿Qué sucede? ─preguntó.

─Yo... Quiero que te operes. El médico dijo que encontró un donador.

─ ¿Hablaste con él? ¿Cuándo fue que...?

─Eso no importa ─la interrumpió─, lo importante es que él nos ha conseguido las córneas que necesitas. Por favor, hazte la operación ─Lara apenas si sonrió, le dio la espalda y continuó caminando.

─Lara... ─él volvió a llamarla, aunque esta vez la detuvo por el brazo─. ¿Por qué no dices nada?

Ella lo miró.

─Edward, yo...

─Tú... Ya lo sabías, ¿no es así? Ya sabías que habían encontrado un donador, ¿cierto? ¿Por qué no me lo dijiste?

La chica deshizo su sonrisa.

─Mi doctor siempre ha estado al pendiente. Ha habido varias oportunidades, pero no tengo el dinero suficiente para operarme. Edward, ¿de dónde lo voy a sacar? Además...

─Si tu preocupación es eso...tengo unos cuantos ahorros.

─Está bien, Edward. No te preocupes ─le dijo acariciando su rostro─. Yo estoy muy bien así. Estoy contenta con lo que ahora soy y tenerte a mi lado me hace feliz.

Junto a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora