• Capítulo 17 •

1.9K 89 18
                                    


♥ Para siempre

Un par de semanas después Edward ya estaba mucho mejor. Después de la primera visita de Lara él había conseguido recuperar su habla, aun le costaba hacerlo pero al menos ya podía pronunciar algunas cuantas palabras, y con un poco más de esfuerzo y terapia conseguiría volver a hablar como antes. Las enfermeras que lo visitaban estaban sorprendidas por el gran avance que él había tenido, parecía casi un milagro que se estuviera recuperando.

Todos los días hacía un gran esfuerzo para poder volver a ser él mismo. No fue nada sencillo hacerlo, le costaba tanto realizar cada paso, cada tarea, cada acción, pero con los masajes que Lara le daba cada tercer o quinto día había sido más que suficientes para recuperar la mayoría de lo que él era y un día... finalmente, pudo moverse por sí solo.

Todo su esfuerzo había valido la pena.

Cuando salió del hospital lo primero que hizo fue averiguar cómo era la vida de Lara.

Se había dado cuenta de que ella era una gran mujer, trabajadora e independiente como siempre, ésta, vivía cerca de su antiguo hogar y cerca del taller del que con tanta ilusión habían hablado hace dos años atrás, asimismo, sabía que ella como dueña de esa tienda se dedicaba a esculpir, diseñar y fabricar cuencos y macetas para las flores que también vendía.

Lara llevaba la vida que él y ella habían planeado y eso lo ponía de alguna manera feliz.

Entonces, una tarde la miro salir de la tienda con Lolo, aquel perro lazarillo que ya había crecido bastante.

─Vamos, Lolo ─murmuró Lara halándolo mientras salían de ahí.

Edward espero a que ella desapareciera por la calle para entrar al local en donde lo primero que hizo fue admirar su trabajo, el lugar era bastante amplio y estaba cuidadosamente decorado con cuencos de varios tamaños y colores que contenían plantas y flores de diferentes variedades.

─Disculpe ─le llamaron a uno de sus costados─. Por si le interesa, esto nos acaba de llegar, es un Nardo, una flor realmente preciosa ─le dijo el sujeto que atendía la tienda─. Cuando florece es la flor más linda que haya existido. ¿Quiere llevársela? ─Edward asintió en silencio, recordando la primera vez en que vio a Lara.

Al lado del Nardo que Edward iba a llevarse estaba una pequeña tortuga dentro de un frasco de cristal con agua.

Edward la miró pensando en llevársela.

─Por favor, vuelva pronto ─le dijo el chico muy amablemente mientras le abría la puerta de la tienda para que éste se marchará.

Edward, aún no se encontraba totalmente recuperado, le costaba caminar y no quería que Lara se encargara de él en esas condiciones, no quería darle problemas, mucho menos molestias, así que... aquel día, Edward había tomado de nuevo una decisión.

Caminaba lento por la calle empedrada de la ciudad, con la ayuda de sus muletas. Se dirigía a la central de autobuses, fue entonces, cuando en una de las esquinas salió de la nada un Golden Retriever que, entusiasmado e inquieto se abalanzó sobre Edward, tirándolo y lamiéndolo varias veces en el suelo.

─ ¡Oh por Dios! ¿Se encuentra bien? ¡Lolo, ven acá! ─gritó Lara, asustada y preocupada. Intentando quitar a su perro de encima, lo sujetaba fuertemente por la correa halándolo, pero este era por mucho más fuerte que ella─. De verdad, lo siento. ¡Lolo, estate quieto! ─como pudo logró quitárselo de encima─. Lolo, por favor. ¡Basta! ─pero este ladraba sin detenerse mientras movía felizmente la cola.

Edward no dijo nada, simplemente se limitó a pararse entre tanteos desequilibrados.

─ ¿Se encuentra bien? Por favor, déjeme ayudarlo.

Junto a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora