♥ Escaleras
Como casi siempre por las noches, Lara se encontraba sentada en su departamento sola y aburrida mientras se concentraba en transformar una hoja de papel en una flor. A esas alturas de su vida todo le parecía sencillo, estaba tan acostumbrada a ello que no necesitaba de la compañía de nadie aunque... aquel sujeto...
De pronto sonrió.
Imaginar a un hombre como Edward era divertido y le gustaba pensar en ello.
Lara estaba tan absorta dentro de sus pensamientos que no se dio cuenta de que su departamento se estaba inundando, sin embargo, no tuvo que pasar mucho tiempo para que lo notará.
El agua comenzaba a pasar bajo sus pies.
Inmediatamente ella se incorporó aunque al hacerlo se resbaló.
─ ¡Maldición! ─se quejó furiosa.
Si había algo que ella odiaba más que a su propio jefe eso era sentirse así.
Apretó sus puños e intentó levantarse pero fue inútil, todo a su alrededor estaba completamente mojado, se maldijo una vez más y con un nuevo golpe en al agua echo la cabeza hacia atrás.
A la mañana siguiente mientras todo transcurría con normalidad, Edward llegó más temprano a su trabajo; al llegar ahí lo primero que hizo fue acomodar, luego, se sentó frente al televisor y se cruzó de brazos.
Sin querer, un pequeño gesto casi parecido a una sonrisa apareció en su rostro.
Edward se sentía seguro de sí mismo, tanto que había comprado un par de zapatos nuevos.
Giró en su silla y aspiró hondo.
Pensar en Lara le gustaba, imaginar su rostro, su voz, sentir el olor de su perfume, todo en ella era único y especial, incluso, su forma de caminar. Edward estaba tan concentrado en aquella chica que para cuando se dio cuenta ella ya lo estaba mirando.
─Son nuevos, ¿cierto?
Edward levanto una de sus cejas al escucharla.
─ ¿Cómo? ─inquirió a su vez.
─Sí, su zapatos son nuevos ─aseguro ella─. Es que huele a nuevo.
Sin saber que decir, Edward se levantó a prisa y salió corriendo.
Una vez fuera respiro hondo, trago saliva y camino en círculos revolviéndose el cabello, luego, se refregó la cara.
¿Por qué ella era tan... así? se preguntó una y mil veces.
Echo la cabeza hacia atrás y con un nuevo chasquido tuvo que regresar.
Un poco más noche, mientras Lara cruzaba la calle para irse a casa tuvo la mala suerte de que un auto negro la asustará. Ella perdió el equilibrio y por segunda vez cayó al suelo.
Edward la miró en la distancia y corrió a auxiliarla─: ¡Espere! ─le grito─. ¡No se mueva o se lastimará!
Al llegar a su lado la rodeo por la cintura y la alejo de aquel lugar, llevándola consigo hasta una banca.
─ ¿Está bien? ─le preguntó al cabo de unos segundos.
Ella lo miró, era obvio que no lo estaba. Su rostro expresaba dolor y agonía.
Edward suspiro, quizá no era necesario pero, tendría que llevarla al hospital.
Una vez que llegaron ahí, la atención hospitalaria fue rápida, le preinscribieron algunos medicamentos y le colocaron una férula en el pie izquierdo, luego, tuvieron que volver. Edward regresaría a su lugar de trabajo mientras que ella se iría a casa pero, Lara no quería estar sola y mucho menos así, aunque él tampoco dejaría que ella se fuera sola.
Él no era la clase de esos hombres, sin embargo, sentía el deseo de acompañarla.
Al bajar del autobús caminaron por un tiempo, ella siempre al lado de él aunque poco a poco se fue quedando.
─Espere un momento ─le dijo ella en la distancia.
Tras escucharla, Edward se detuvo, se giró sobre sus talones y volteo a mirarla.
─Descansemos un poco, por favor.
Al verla no tuvo otra opción más que ofrecerse por segunda vez en la noche a ayudarla. Después de todo, él no era tan malo.
─ ¿Quiere que la lleve? ─le preguntó.
Lara lo miró con sorpresa. No estaba muy segura de aceptar dicha oferta no obstante, su cuerpo cansado comenzaba a demandarle un precio.
─ ¿Esta seguro? ─inquirió─. No quisiera causarle más problemas.
Edward elevo sus hombros. ¿Qué más problemas podría darle ella?
─Está bien, suba ─le dijo.
─ ¿Seguro?
─Sí, no hay problema.
El chico se colocó a su frente, se puso en cuclillas y espero a que ella subiera.
─En verdad, se arrepentirá.
─Si no deja de decir eso, la que se arrepentirá será usted. Suba.
─De acuerdo, pero si hace algo raro... ─en esos momentos Lara le enseño un gas pimienta─, sabe lo que le pasará, ¿cierto?
El chico entrecerró sus ojos, meneo la cabeza y en silencio espero por ella.
Mientras tanto, Lara estiro sus manos buscando su cuerpo, su espalda era ancha, dura, Edward tenía un cuerpo delgado pero que a su vez estaba bastante trabajado aunque también era algo flácido, como si hubiera perdido su condición anterior. Ella continuó tocando, luego, sonrió.
─Cuando estemos cerca de una intersección avíseme por favor ─le indicó una vez arriba.
Poco después llegaron al cruce.
─Creo que llegamos ─anunció Edward un tanto fatigado.
─ ¿Enserio? ¿Hay una estética a la derecha?
El chico miró a su alrededor.
─Sí ─contestó apenas.
─ ¡Bien! En ese caso sólo tenemos que girar a la derecha, caminar recto y llegaremos.
« ¿A la derecha?», pensó Edward vislumbrando las largas escaleras a su costado.
─Se lo dije ─se apresuró Lara a continuar─. Le dije que se arrepentiría, ¿cierto?
Edward la miró una vez más de reojo y, acomodándola de nuevo sobre sus hombros la tomo con firmeza, decidido a llevarla aunque muy en el fondo sí se arrepentía por haberse ofrecido, y más lo hizo cuando al llegar a un desnivel un pequeño niño travieso comenzó a golpearlo con una vara.
Lara ya se lo había advertido pero Edward no le hizo caso, al menos, no en ese momento.
Un par de minutos después, cuando finalmente pudieron escapar y estuvieron cerca de casa, Edward no pudo evitar sentirse cansado, llevaba la vista baja observando sus pies, no quería seguir viendo más escalones fue entonces que, en el último de sus pasos pudo mirar la tierra firme.
«Por fin», pensó aliviado, «no más escaleras»
Encuanto él llegará a su edificio no lo pensaría dos veces para usar el ascensor,ya bastantes escaleras había usado por ese día aunque, cuando elevo su vista y pudomirar a su alrededor, se maldijo, al ver que el departamento de Lara seencontraba en la cima de un pequeño edificio.
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Junto a mí
RomantizmPor culpa de un accidente automovilístico, Lara Evans, perdió la vista; su vida no ha sido nada fácil, sin embargo, un día todo cambia cuando conoce por equivocación a Edward Palmer, un huérfano y boxeador retirado sin sentimientos que terminará por...