Capitulo 6

601 85 26
                                    

Airam y Niko nos miraron a Joaquin y a mí y no debió de gustarles lo que vieron, porque se marcharon precipitadamente. Una vez más, no me atreví a mirar a Joaquin porque tenía miedo de lo que vería, pero no hasta el punto de cambiar de opinión sobre lo que estaba decidiendo hacer. Si Joaquin pretendía convencerme de otra cosa, podía irse al infierno. No me importaba cuánto se enfadara. Por mí, como si quería destrozar el mundo. Yo sabía qué tenía que hacer.

—Ahora escúchame bien —dijo con voz seria y serena—. Sé que esta situación apesta. Ni siquiera puedo empezar a saber qué se siente, pero por lo menos puedo suponerlo. Lo que no puedo imaginarme es cómo es posible que intentes sacarte de encima a todos los demás. Solo tratamos de ayudar, y sería mucho más sencillo si nos dejaras.

—Pero... —protesté.

Joaquin  me cortó.

—Cállate, Emilio. —Le miré irritado, pero no desvió la mirada. Cuando tuvo la certeza de que no intentaría hablar de nuevo, continuó—: Esto te ha pasado a ti, sí, y le ha pasado a Ty. Pero si crees que no afecta a nadie más, tienes que replanteártelo. ¿Por qué crees que estamos aquí ahora si no es para ayudar? —Abrí la boca para hablar hasta que él gruñó—: Era una pregunta retórica. Bien, tendrás que dejar que te ayudemos, que estemos a tu lado, y si oigo más sandeces de ese discurso tuyo acerca de hacer las cosas «solo», no vacilaré en bajarte los humos personalmente. ¿Entendido?

Asentí tímidamente.

—Bien. Ahora ¿estás seguro de que no quieres llamar a la policía? ¿Y de que no quieres tratar de localizarla?

Lo pensé un momento y me encogí de hombros. Pareció tomárselo como un no, porque sabía que era eso lo que quería decir en realidad.

Suspiró.

Esto es una movida del copón, Emilio. Sabes que va a resultar muy difícil antes de que se vuelva más fácil. No sé si abrazarte o estrangularte.

Estas palabras me provocaron una sonrisa, aunque la sentía extraña en mi cara.

Él prosiguió:

—Así que sabes que tendremos que contárselo a mamá y papá, y sé que Airam hará lo mismo. Prometo que haré todo lo posible por evitar que esto se difunda demasiado, pero la única forma de conseguirlo consiste en que dejes que te ayuden. Y juro por Dios que si piensas en largarte con Ty os perseguiré personalmente y os traeré a rastras. Os encerraré en una habitación hasta que el Chico sea lo bastante mayor para tomar decisiones por sí mismo. Solo entonces me plantearé soltaros.  ¿Entendido?.

No me moví, no dije nada.

Joaquin tenía una expresión de angustia en el rostro. Extendió el brazo y me cogió la mano sana.

—Emi, tienes que prometerme que arreglaremos esto. Juntos. No nos iremos de aquí hasta que me lo prometas.

No supe qué decirle. Nadie me había hablado nunca así, y estaba enfadado y dolido. Deprimido. Pero, por un momento, ¿acaso no me sentí como si valiera algo?. El peso de su mano, las palabras que había pronunciado, ¿no me reconfortaban? Noté cómo el calor me subía a la cara, me miré las manos y noté que otra lágrima escapaba de mi ojo. «¿Qué está pasando?», me pregunté, frenético.

¿Emilio?

Te lo prometo —dije con voz quebrada.

Joaquin se levantó de un salto y volvió a atraerme hacia sí. Me estrechó contra su pecho y quise desaparecer dentro de él. Traté de hacerme más pequeño mientras me mecía diciendo:

Dos hombres y un niño [Emiliaco] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora