Final parte 2

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Emilio y Joaquin

Conduce él, lo que probablemente es más seguro porque no puedo quitarle los ojos de encima. Sonríe levemente, y sé que puede notar mi mirada en su cara. Hace todo lo posible por ignorarme, pero no pasa nada. Solo quiero mirarle. De alguna manera, parece más viejo. Sólo es cinco años más grande que yo. Quizá sean las bolsas debajo de los ojos. Quizá sean las arrugas alrededor de la boca. No lo sé. No me importa. A mí me parece tan hermoso como siempre. Quiero estirar el brazo y tocarle, pasar las manos por su pelo rubio y espeso, pero no lo hago. Aún no sé si esto es real.

—¿Qué miras? —pregunta en voz baja.
«A ti, siempre a ti», quiero contestar. Pero, por lo que todos sabemos hasta ahora, mi boca no funciona de ese modo.
—¿Le rompí la nariz a Jonah?
Se echa a reír y sacude la cabeza.
—¿Qué clase de respuesta quieres que te dé?
Pienso un momento.
—La correcta.
Llegamos a un semáforo en rojo, y él detiene el coche antes de volverse hacia mí.
—No le rompiste la nariz. Aunque creí que lo habías hecho por el impulso que le diste a tu puño. —Sonríe ligeramente—. ¿Te hizo sentir mejor?

Desvío la mirada y me encojo de hombros.
—No debería haber sido tan engreído —gruño.
—¿Estás seguro de que no proyectabas?
Giro el cuello y le fulmino con la mirada.
—Eso no tiene gracia —digo mientras le da la risa tonta.
—Oh, Emi, algún día será muy gracioso. —Me coge la mano amoratada y la besa —. Algún día nos reiremos de cómo le diste un puñetazo a un tipo porque tenías celos por mí.

Frunzo el ceño.

—Eso me han dicho. Y no estaba celoso. Además, ¿qué coño hacía allí? — Entrecierro los ojos—. ¿Le llamaste tú?

El semáforo se pone en verde y avanzamos. Joaquin aparta la vista. Maldita sea, quería ver su cara cuando me contestara.

—No, Emilio, no lo hice —responde con voz queda.
—Entonces ¿qué coño hacía allí?
—¿Por qué crees que estaba allí?
Mis manos golpetean nerviosamente sobre mis rodillas.
—Quería que volvieras con él. ¿Por qué dijo que era tu novio? ¿Tratabas de volver con él?

Esta última pregunta me sale antes de que pueda impedirlo, y me encojo en mi asiento, detestando el tono quejumbroso que ha adquirido mi voz. No es una pregunta que quisiera formular, pero ha estado ahí, obsesionándome desde que vi a Jonah en aquella habitación. No debería haber estado allí. Frunzo el ceño de nuevo.

Joaquin me lanza una mirada.

—Por supuesto que no —se burla de mí—. ¿Por qué diablos deberías creer eso?
No lo sé.
—Estábamos... lo que sea —digo, haciendo un gesto con la mano—. Tú no sabías si yo volvería.
—Bueno, sí —admite—. Pero eso no significa que regresara corriendo con él. Ya te lo dije, Emi: fuera lo que fuese lo que hubo entre él y yo se acabó tan pronto como me marché para volver a casa.
—Sí, parece que él lo entendió muy bien —murmuro, toqueteando el agujero en la manga de mi sudadera.

No sé cómo me lo he hecho. Todavía está bastante húmeda, lo mismo que mis vaqueros, y me noto arena en la raja del culo. Empieza a picarme tan pronto como
pienso en la señora Paquinn y sus ladillas de arena. Estar tendido durante toda la noche en las olas de la playa fue una mala idea de una larga serie de malas ideas. Más vale que esto salga bien, porque es evidente que necesito que Joaquin piense por mí. Tengo demasiadas ideas estúpidas solo. Como no cambiarme de ropa antes de salir del piso.

—Jonah es así —sentencia Joaquin, rescatándome de mis pensamientos—. Cuando quiere algo, procura conseguirlo.
—Guau, qué tipo tan elegante —comento, sintiéndome malo—. Parece de los que pegan a sus novios. ¿Te pegó? ¿Te dejó salir de casa por tu cuenta?
—Eh —dice con severidad—. Que yo recuerde, el único que pegó a alguien fuiste tú.
—Sí, bueno, ahora no seas engreído conmigo. No juegues con lo que es mío — gruño.
—Tuyo, ¿eh?
Vuelve a mirarme, con una expresión vaga.

Dos hombres y un niño [Emiliaco] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora