Capítulo 23

564 80 60
                                    

En que Emilio guarda secretos.


Muy bien, todos lo vimos venir.

Esto no significa que resultara más fácil. Me despierta el sonido de un teléfono llamando cerca de mi oído. Tengo la cabeza confusa y la cama está caliente, y no deseo otra cosa que ese jodido teléfono enmudezca para poder volver a arrebujarme debajo de las sábanas y seguir durmiendo.

Pero no lo hace. Sigue tocando una canción que no he oído nunca.

¿Cuándo la he puesto en mi teléfono?

Saco el brazo de debajo de las sábanas a ciegas, finalmente encuentro el desagradable objeto, lo abro y me lo llevo al oído.

—Más vale que sea importante —gruño.
—¿Emilio? —dice una voz, aparentemente sorprendida.
—Sí, ¿qué? ¿Quién es?
—Soy Niko.
Estiro las piernas y noto algo contra mí, pero no abro los ojos. Es demasiado bonito mantenerlos cerrados.
—Niko, ¿por qué coño me llamas tan temprano? —me quejo enérgicamente.
Se muestra extrañado.
—Esto… no, tío, no te llamaba a ti. Llamaba a Joaco. ¿Por qué contestas su teléfono? —pregunta, y una mano cae suavemente sobre mi costado.
Abro los ojos de golpe, y dormir es lo que más lejos queda de mi mente.

—¿Mailo? —oigo que dice una vocecilla a mi oído—. ¿Tío?
Miro al otro lado de la cama. Mi movimiento ha retirado las sábanas y Joaquin está tumbado junto a mí. Está tendido boca arriba, con la cabeza vuelta de costado, de cara a mí. Tiene los ojos cerrados y no le preocupa nada del mundo. Su mano sigue plantada sobre mi muslo, caliente y dura a través del tejido de la ropa que llevo puesta. Su ropa. No puedo menos que mirarle, fuerte, alto, bronceado y…, y…

—¿Emilio?
—Esto… ¿sí? —digo con voz ronca, tratando de mantenerla baja.
—¿Qué estás haciendo? —inquiere Niko—. ¿Por qué tienes el teléfono de Joaquin?

«¡Oh, Emilio! —dice la voz entre risas—. ¡Me muero de ganas de ver cómo salesde esta! ¿Qué vas a decirle? ¿Qué su hermano se ha desnudado en CUERPO y ALMA para ti? ¿Qué cuando ha terminado, no habías estado nunca tan jodidamente excitado en tu vida? ¿Qué aunque te asustaba lo que significaba, que aunque has pensado una o dos veces que su obsesión confesa te haría pedazos, que incluso más allá de todo eso no has podido evitar gemir al notar sus GRANDES Y FUERTES BRAZOS envolviéndote y al sentir cómo empezaba a CHUPARTE la LENGUA…?»

—Yo… estaba aquí porque… Joaquin quería prepararle el desayuno a Ty —consigo articular por fin.
Hasta a mí se me antoja una pobre excusa.
—Es muy pronto —dice Niko—. Joaquin nunca se despierta antes de las diez a menos que tenga que hacerlo.

«¡Maldita sea, Nikolás! —exclamo para mí—. ¡Cierra la boca y créete todo lo que diga!» Soy presa del pánico. Quiero despertar a Joaquin de un puntapié y pedirle que me
ayude. Quiero colgar el teléfono, coger a Ty y salir corriendo de aquí. Quiero dejarlo con la señora Paquinn, ir a casa de Airam y suplicarle que vuelva a aceptarme. Quiero follarla hasta saciarme para poder dejar de sentir cómo se me pone dura al notar el
contacto de Joaquin. Quiero que Joaquin regrese a San Diego y vuelva con su estúpido novio, al que no he conocido nunca pero no soporto. Quiero pedirle a Airam que se case conmigo, que después tengamos una casa e hijos y envejezcamos juntos, para no tener que recordar nada de esto, y si lo hago, lo evocaré con afectuoso desdén, sabiendo que no fue más que una etapa.

«¡Oh, oh! —grazna la voz alegremente—. ¿Problemas en el paraíso ya? ¡Y eso que las cosas marchaban muy BIEN! Pero, oye, ¡sigue mintiéndote de ese modo, papá Emilio! Los dos sabemos que no deseas otra cosa que volver a acurrucarte debajo de las sábanas, estrechar tu cuerpo contra el suyo y olvidar cómo gira el mundo. Pero tú sigues pensando en casarte, en hijos y en un futuro que nunca será. ¿De qué sirve vivir si nunca juzgas a posteriori NINGUNA DE LAS DECISIONES QUE TOMAS?»

Dos hombres y un niño [Emiliaco] Libro 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora