Decálogo

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Cogió el aire que ya no quedaba.

Era deprimente ver al hombre que hace años y frente a Dios sintió perfecto, ahora tirado con la barriga descubierta y el pecho visiblemente agitado. Sin querer pensarlo más hecho el agua, aquella sustancia los llevaría muy lejos.

Veía sus manos, heridas por el tiempo y la soledad, manchadas por aquella gracia de rayos que dan vida, pero que a los pobres como ellos atormentaban, el peor martirio para el que trabaja por comer es un sol resplandeciente a las seis de la mañana totalmente egocéntrico dueño de aquel lugar habitante.

-Louis baja, por favor – hablo la mujer, desesperada pues los ronquidos de su marido terminarían por asesinarlos a los tres, antes que el raticida próximo a tomar.

Escucho aquellos pasos por la escalera, los próximos que ya no serían más materia. Pero peor que tener un hijo sufriendo, es tener un hijo que vea sufrir a su madre.

-Siéntate-indico Keira-No hay nada para masticar, pero si algo que puedes beber.

Acerco a su hijo el vaso que lo llevaría al fin lejos, con ella, ese tal vez fue siempre el sueño de Louis.

El niño asintió pensativo, no acostumbraban a cenar y menos con su padre tirado a centímetros de ellos, vio frente a él a Keira tratando de absorber el contenido del vaso, en un sorbo que más parecía de resignación a lo inevitable, pero hasta la necesidad es una pesadilla.

Se hizo un silencio aquellos que no se sienten, Keira volvió a posicionar el vaso en la mesa observando hasta la última molécula conformada de aquel, tratando de encontrar respuestas que salgan porque sí.

No se sintió nada más, era como la muerte, morir con aire en los pulmones , tres después cinco y los vasos seguían firmes en la mesa con el líquido rebosante, el cielo iluminado por partes de estrellas infernales, seres que buscaban cuerpos con los que acabar, era un tiroteo a cuadras tal vez al frente de su casa.

Keira se puso de pie e inmediatamente tiro la mesa, lanzando todo aquello que estaba sobre ella y la puso trancando la puerta que estaba por caerse, los ruidos seguían y más parecían martillazos que se sentía a milímetros del tímpano

-Sube- grito a su hijo-corre y escóndete, que no te vean ni un dedo.

El niño se quedó mirando a su madre, probablemente todos conocemos el momento en el que Dios nos reclama, y la grabo para siempre en su mente, con vida y respirando como quisiera recordarla.

Sin más corrió.

Aquellos hombres empujaron la puerta con las piernas, fuerte tratando de desintegrarla, solo fueron segundos cuando entraron a la casa, con aquella arma negra la cual la gente de aquí paseaba orgullosa, y empezó aquel infierno estallo de pronto, cuando Konrad aun dormía en el sillón

-Salga de la casa, salgan maldita sea salgan-Grito era un hombre, alto, altísimo como un edificio en la sombra, vestía ropa de magnate y tenía dentro de la boca, un diente de oro, una de las tantas cosas que brillaba en él.

Eran dos más, que poseían arma blanca y el nivel de demencia se veía reflejado instantáneamente en sus caras, aquel con el pelo del color de la manzanilla se acercó a la mujer y a la mesa que por el forcejeo había volado hacia la otra esquina y empezó a delinear letra por letra sobre la mesa, reclamando tal vez algo que había sido de ellos.

A Keira se le hizo imposible ver, el miedo era neblina dentro de su mente.

El más alto cogió a la mujer, con fuerza de los hombros.

-A caso no entiendes lo que he dicho, los quiero fuera- pronuncio, dando tres disparos hacia el techo, cada uno de ellos salió volando y uno reboto cayendo resonante en el suelo, la mujer se percibía espantaba.

Keira cogió el cuchillo que siempre tenía debajo de la tela que rodeaba su cintura, apretó sus dedos en el mango y apunto con fuerza a lo que buscaba, la punta cayo en el rostro del moreno del buen diente en la mejilla derecha, Keira apretó con fuerza mientras sentía el líquido rojizo escurriéndose por su mano, oía los gritos de aquel hombre y solo quiso tener sus manos repletas de sangre de aquel animal, de pronto sintió un golpe, más que eso sintió el hueso de aquel hombre chocando en su estómago, haciéndola regresar.

Keira volvió a lanzarse sobre ellos y tres balazos finales se oyeron.

Uno cerca del corazón, el otro en el hígado y el tercero a la altura de los riñones.

La mujer cayo en el suelo, su mano izquierda aun temblaba y no podía hablar pues la sangre ardía dentro de su boca, minutos después se quedó sin alma.

Konrad miraba todo desde el sillón, vio las balas perforando el pecho de su mujer, pronto la multitud se hizo presente se oían ruidos fuertes, sonidos de palos chocando, probablemente pensarían que era otra de las palizas que repartía Konrad.

Los tres hombres voltearon e intercambiaron frases en segundos, segundos en las que ya tenían medio cuerpo afuera desde la parte de atrás, Konrad reacciono y se puso de pie sacando el arma de debajo del sillón, corrió con tal fiereza, con la misma bestialidad que sentía cuando Louis se levantaba tarde, él ultimo de cabellos rubios lo miro sonriente, tenía la boca manchada de sangre y las piernas fuera de la casa, y fue cuando tal vez dio lo que algún dio le falto.

Disparo en la cara de él, pero la bala solo cayó cerca del oído, el hombre se retorció siendo jalado por sus compañeros para después desaparecer, aún seguía vivo.

Y huyeron probablemente al infierno, siendo jalados por nadie.

Konrad tiro el arma al suelo, comenzó a pisotearla y a jalarse de los escasos cabellos, mientras gritaba y mientras el mismo se veía llorar, era tedioso, era insoportable la sensación de debilidad.

Puso pausa a todo y olvido el cadáver en su sala, sin pensarlo más corrió a la habitación de Louis.

Leucemia Cardíaca {Larry Stylinson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora