Noveno Círculo

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Su padre no pronuncio palabra hasta las diez, cuando al ver que  su familia quedaba tan inerte ante una caída, lo hizo querer triturarse las neuronas, no soportaba ver a su esposa sentada en el piso de la cocina tratando de encontrar más mugre de la que ya había sacado de sus uñas, alzando la cabeza cuando creía que había dejado de observarla y mucho menos soportaba a su hijo, sentado en una banca hecha a punta de paja barata que seguramente no aguantaría ni diez minutos más su peso.

Pero las cosas son porque si, y solo quedaba aceptarlas o tirar la mano al aire hacia un autobús que lo aleje la mayor cantidad de kilómetros posibles, lo más lógico siempre va segundo.

-¿Cuánto más piensan estar así? – Murmuro Konrad, cuando el ambiente se hacía muy pesado y cuando la vista se cansaba por la borrachera de la madrugada pasada.-Digo con esa cara de cementerio.

Keira desdoblo las rodillas después de algunos segundos y con más miedo que hambre, abrió la boca – Solo hay arroz para la cena- la verdad es que hacía tiempo deseaba que aquel hombre al frente de ella sea consumido por cualquier basura del mundo.

Konrad, era un monstruo para la gente que lo percibía, para todos aquellos menos su hijo.

Se acercó a ella con sigiles de leopardo hambriento, abriendo las celdas de su propia selva - ¿Y quién demonios está hablando de comida?-Cogió un tenedor y lo clavo con prepotencia trasladada a su manos, quedando a milímetros de la piel de su mujer, como un intento de lesión fallido.

-Claro como comer ahora ya ni es costumbre – susurró mirando a su hijo con una clara señal.

- No te conformas con nada verdad ¿Vas a dejar de joderme algún día?

Louis aun no entendía porque su madre seguía provocándolo.

-Es la primera vez después de días que te pido algo, para meternos a la boca-dijo y al instante se alejó de su marido fingiendo colocarse el delantal percudido, pues esa clase de actitudes eran claramente merecedoras de golpes.

-Sería bueno que dejaras de hablar y pongas a trabajar a tu hijo – apunto a Louis, como si la llegada de lo que otros padres consideran lo más hermoso del mundo, para ellos fuera una maldición.

De todas maneras Louis siempre había sentido que si Dios lo trajo al mundo fue para dar ejemplo a los hombres del calvario que vivía Lucifer debajo de sus pies.

Keira cogió a su hijo del hombro y lo llevo al cuarto de indigente que poseían hace años, destranco con fuerza la madera carcomida de la puerta, miro a Louis y sonrió.

-No creo que dure más de una semana ¿verdad? – dijo refiriéndose a lo material de la puerta, anqué en su espíritu ella tampoco creía durar mucho, tal vez ahí lo fue todo, fue el momento en el que abandonaría eso que llamaba vida, que desencadenaría el contenido de aquellas páginas blancas en su libro encarnado, que sin sabiendo y mucho menos deseándolo vendría lo que el mundo conoce como el noveno circulo, que fue descrito alguna vez por un genio de nombre Dante.

Louis froto sus manos por un escozor que sentía hace minutos, minutos en los que se olvidó que si quiera existiera.

Vivimos idiotizados esperando la exquisitez infinita y ni un paupérrimo se preocupa en evocar el inicio de aquel llamado divino, las cosas buenas son resultados finales llegadas de un pasado desconocido. Tal vez a Louis no le habría importado ese día, pero sería bueno que lo recuerde.

-Si madre, los animales terminaran devorándola – En ese instante él tampoco sabía que sería la oveja gorda y deseada por el más crudo de los lobos.

Es increíble como un instante, termina siendo el orfebre del resto de tu vida.

Konrad al verlos lejos, saco la última botella de whisky de debajo de la mesa, la cual había cambiado por media semana de alimento, sabía levemente putrefacta pero era soportable para su estómago y satisfaciente para su borrachera terminal.

Keira entro al cuarto, con el hijo siguiéndole los pasos e imitando su cara de tristeza, no se molestó en cerrar la puerta seguramente su marido ya se encontraría en uno de sus delirios etílicos.

-No tenías que hacer lo de la mañana, debió pasar lo que tenía que ser, el destino es uno y no es bueno que tenga líneas saltadas.-Probablemente no, empezaremos a escribir con nuestras manos lo que vendrá en la vida.

-Madre el destino es nuestro y no me permitirá escribir mi vida sin ustedes- la mujer sentó al niño sobre sus piernas y hundió su cabeza en el agujero que se hacía presente entre sus cuerpos, mientras lloraba al tener que acortar las páginas de un libro tan maravilloso, pronto sintió humedad en su rostro algo que tenia de por si acostumbrado, se imaginó a ambos en un hotel, en uno mínimamente habitable con una televisor a blanco y negro y una buena película muda, ambos sin Konrad, eso la haría feliz.

“Él es malo” susurro en el cuello de su pequeño  “malo, como no tendrías idea”, “yo lo conozco y me aterra, más que el diablo tal vez”.

-Solo quiero que me prometas algo, hoy solamente hoy –hundió sus manos en el cabello castaño, Louis asintió arrinconado en su pecho y con un sacudimiento cerebral que lo hizo tambalearse.

-Jura, por lo que más quieras, que cuando intente alejarte de él no reprocharas jamás, solo iras conmigo-absorbió aire con más dificultad, el ambiente se sentía infestado de marihuana.

“Si, mama” Dijo Louis más seguro de que acabaría con esa promesa que de la anemia que no lo dejaba coherente, en primer lugar porque aún no existía esa cosa que él quisiera tanto en la vida y en segunda la vida no lo dejaría irse porque había algo aún más allá de su padre esperándolo.

-Bien- su madre deposito un beso en la cabeza de Louis, cuyos cabellos se volvían cada vez más claros.

Aquella mujer salió de la habitación dispuesta a comprar los pases que los lleve demasiado lejos a un viaje hacia arriba, donde los brazos de Konrad no lleguen jamás.

Leucemia Cardíaca {Larry Stylinson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora