Sentimiento de toro

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Aun no entendía como despertó en un viejo camión, menos porque sentía un volcán dentro de su cabeza.

Y mucho menos porque su madre no estaba con él.

No la vio llegar, ni irse y pedirle explicaciones a Konrad era estúpido y una buena forma de perder el tiempo, la boca del estómago le ardía y cada cosa que sentía venían de ahí abajo, asco inmenso.

El camión era la versión en ruedas de su casa, una porquería andante, los asientos rotos y carcomidos seguramente por ratas que aún siguen viviendo bajo el, apestaba a matadero de vacas y la pista era tan desproporcionada como la tabla de picar de Keira, en cada bajón el dolor en su trasero aumentaba.

Konrad tenía un cigarrillo entre sus dientes lo apretujaba como si fuera el dedo de alguna persona, este se rompió con la presión y el tabaco con la porquería de nicotina entraron a su boca, el hombre comenzó a toser se  chancaba el pecho, sus ojos se irritaron y ardían, se veían las llamas de la vida. Y ahora si parecía un demonio.

Louis se acercó a su padre con miedo y le tiro un golpe tan fuerte al medio de las costillas, aquel adopto una posición como si fuera a regurgitar, al instante salieron como polillas de su boca, que pronto terminaron de desaparecer en dirección del sol  

Konrad lo observo unos segundos, sin decir nada, sin siquiera mover los labios o alguna arruga de su cara, boto aire como un toro y miro al frente para seguir.

Louis siguió mirando al costado, la parte menos triste de ver la que le decía que más allá había algo y que en la vida no existen abismos infinitos.

Pero también estaba seguro, que su padre cavaria lo que su vida dure, para hallar ese infierno.

El auto paro, y las pesadumbres  dejaron de sentirse, Konrad bajo sin decir nada y Louis tuvo que entender el mensaje invisible. Salió corriendo detrás de su padre.

Sentía respirar la grandeza del oro, después de bajarse de aquel corral, escuchaba las feas botas de su padre arrastrarse en la tierra y a él seguir los zarpazos que el calzado dejaba.

Y a las seis en punto, medio ocultándose del mundo vio un pueblo, ni más penoso que el suyo,  ni más grandioso como para agradecer salir del lugar de donde vino, parecía un pueblo muerto, donde solo quedaban almas indeseables, al frente de todo aquello una iglesia pintada de blanco con ventanas circulares y una hermosísima puerta con ángeles tallados, misteriosísimamente estas criaturas se encontraban llorando.

Konrad toco una puerta, aparentemente era imposible que alguien conteste, y los minutos pasaron y lo aparente se volvió realidad. Pero hasta lo cierto es subjetivo.

Porque ciertamente vivimos en mundo, donde no existe nada.

Se escucharon pasos lentos, tal vez de algún gato con las costillas sobresalientes, y la vieja puerta de vidrio se abrió, era una anciana a la que seguramente le quedarían unos ocho años y no se atrevió a poner ni un cabello fuera de la línea que delimitaba la salida.

Tal vez aquel lugar se sentía como el laberinto de Asterion. Un lugar del que se puede salir más no se quiere.

Su padre lo observo, el tiempo necesario para hacerle entender que no debería estar cerca, Louis camino no muy lejos puesto que todo lo nuevo aterra, veía la sombra de ambos abrir la boca, la mujer con asombrosa dificultad, aparentemente se atragantaba con su propia lengua y por cada palabra arrojaba ademanes en la cara hipócrita de Konrad.

Después de dos minutos, volvió.

-Vamos- dijo, jalándolo del codo derecho hacia la puerta más cercana y fue en ese entonces entre el jaloneo y el olor acre de su padre en el que horas se volvieron milímetros en la línea del tiempo y las nubes empezaron a ser contadas con el dedo firme. Todo cayó tristemente, como una planta muerta en primavera.

A esos instantes se podía esperar lo peor, parece que las ideas sobre su madre estaban claras, Konrad prácticamente huyo de casa dejando hasta la ropa y lo que era útil, adentro oyó gritos, gritos sin lamentos, gritos de muerte que enredan a la persona en lo que ya no se puede estar más metido.

El no quería saber nada, ni de cómo fue, ni de lo que pasaría ahora, a veces uno es más feliz en la ignorancia. Tampoco pensaba en lo que sería su vida al lado de Konrad algunos problemas solo son y llegan.

Veía la sombra de su padre hablar, tal vez ya en la quinta casa ¿Qué buscaría? ¿Robarles a esos hombres para comprar whisky? ¿Un perro al que puedan matar para comérselo?

Aun recordaba la mirada perdida de su madre en el desayuno, queriendo reclamar algo sin palabras, la mesa vacía y Konrad hablando de la estupidez cometida por un borracho amigo suyo. Cualquier cosa que esté viviendo keira ahora, será mejor a eso.

-¿Vamos a quedarnos aquí?-pronuncio cuando el hombre lo volvió a tomar del polo para jalonearlo.

-Tal vez, tú si –le dio una mirada rápida y voltio

Louis no comento nada más, de ahí en más y en lo que le quedaba de vida, delante de su padre.

El hombre golpeo con fiereza la puerta de la iglesia, con impotencia y un claro desorden emocional, la vena de su sien era marcada, gruesa y por cada tintineo pareciese explotar.

Un padre, sacerdote o uno de esos hombres que juran olvidarse de vivir y adorar a Dios se presentan, tenía el pelo de un blanco total.

-¿Los puedo ayudar en algo?- murmuró el hombre, se veía agotado tenía los dedos hinchados y su ropa lucia casi igual que la de él.

-Bueno-hablo Konrad, tal vez aparentando educación- voy a salir de viaje unas semanas, no sé si mi hijo pueda quedarse con usted, sabe ayudar y hasta hacer trabajos.-el hombre tiro sus problemas al aire.

Y lo peor de todo es que era una de las cosas que también Louis se vio venir.

-Disculpe señor, pero si no viene a rezar o hacer donación, aquí no se puede darle nada más.

-Perdón, pero la iglesia es parte de la comunidad y no está aquí solo para arrojar  putas moneditas-Se acercó más a todo lo que pueda dar la sensación de odio- Así que de antemano le agradezco cuidar a Louis y sin más me voy.

Konrad empezó a caminar apresuradamente, media cuadra después ya estaba corriendo.

Louis no voltio a verlo, veía al padre delante de el con mirada consternada, había traído una cruz más para aquel hombre.

Konrad se fue, lo dejo, pero fue como debía ser. El hombre morirá en su ley

Leucemia Cardíaca {Larry Stylinson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora