Un sol liberal.

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Aun se encontraba observándolo viendo el andrajo que llevaba puesto, la mirada perdida y el corazón sumiso a los hechos.

Su padre lo había dejado con un total desconocido fingiendo un viaje perpetuo, cuyo siguiente destino sería un bar mugriento y con hombres enormes gritando a todo pulmón medio vaso más de cerveza, se imaginaba el ambiente ideal.

Tal vez aquel día…siempre es mejor prohibirse los arrepentimientos, pero una estúpida idea vagaba por su mente dando cosquilleos para sentirse presente y decía con exactitud que la muerte de aquellas termitas le dolerá más que encontrar algún día el cadáver de Konrad apestando a alcohol.

Vio al sacerdote aun parado frente a él.

Louis miraba todo de aquella persona, traje largo como el de mujer, uñas sumamente cortas y la cara, la típica cara de cazador de venados.

-Niño – pronuncio el hombre con cara de templo- ¿Cuál es tu nombre?

-Disculpe, ¿Por qué lleva ropa de mujer?- agrego puesto que según Konrad, solo eran hombres aquellos machos de correa.

- Túnica, niño así se llama y si tienes suerte tal vez tú puedas usarla algún día.

Louis sonrió por lo bajo.

-No me agradaría parecer un pingüino gigante, pues usted eso parece – el hombre con la cruz en el pecho de pronto parecía Hitler delante de un judío.

-Y tu pareces uno de esos mocosos que tienen que mantenerse callados por el bien de todos- le arrojo una sonrisa frívola y se alejó adentrándose en la iglesia.

Louis solo decidió quedarse botado, veía al padre como el gemelo espiritual de su antecesor y no soportaría aun clon de Konrad ni amarrado.

Estaba sobre un pozo de arena, todo de un color del que ni se sabía el nombre, arrojado y moviendo los dedos sobre el fino piso que en cualquier momento se hundiría lentamente y tal vez en unos años pueda consumirlo a él.

 ¿El hombre fue creado de barro? Tal vez de maíz como juraban los mayas es una difícil argumentación llena de tormentosas ideas, todas con solo algo en común, ninguna respetada, hace unos siglos pasados hablar ante un creyente de la idea de la centralización del sol era propio de un energúmeno de alguien que tiene mitad del cuerpo junto con satán y lo siguiente era quemarlo así que las llamas le perforen la piel y el espíritu, porque tal no merece acercarse a lo divino.

Y ahí terminaba todo, con un homicidio popular donde juraban librarse de un demonio, cuando en realidad solo desechaban otra mente brillante.

En el mundo no existen dos mentes iguales.

Y solo pensaba todo aquello porque no podía dejar de pensar en su padre en él y su odiosa manera de mandar a la mierda a aquel  que se atreviera a contrariarlo, como si se sintiera el Dios de aquel mugriento sitio y tal vez lo fue así.

Pero ya no, por qué aquel sitio está muerto y no a falta de Dios, sino a falta de gobernados.

Konrad tuvo en su reinado potestad de quemar a quien quisiese, pero tuvo piedad o más bien flojera de hacerlo, su reino se sublevo y dejo de sentirse insuficiente, el rey tuvo que irse con la corona tirada y sin gota de agua, ahora el sol podía moverse adonde quisiese como al núcleo, al altiplano o hasta donde sus rayos algún día quieran.

La voz de aquel hombre volvió a apartarlo.

-Te aviso que en algún párrafo de la biblia, me dicen que no puedo dejar niños botados a mitad de la calle.

-Pues usted no me dejo aquí, no debe sentir lastima ni tiene porque- Hablaba de puro orgullo y de no sentirse insuficiente nunca más, pero moría por tener un pedazo de madera donde acostarse esta noche.

-Eres un mocoso insolente – agrego el anciano enfadado tenia las cejas curveadas como pedazos de hojas quemadas.

-Y usted un hipócrita al hablar de la biblia-Louis se puso de pie para estar a la altura del anciano, lo miro de frente sintiéndose próximo a la horca y agrego-Así que no estamos tan lejos.

-No acostumbro a meter a nadie a la iglesia, seguramente es el mejor lugar que has visto en este pueblucho pero como tú dices los rufianes hay que echarnos la mano al menos – el hombre arqueo una ceja- de vez en cuando.

-Me llamo Louis y tengo 12, bueno eso es lo que me han dicho – el niño sonrió y trato de verse menos harapiento.

-Me llamo Jules, tengo 63 y  eso es lo único de lo que estoy seguro en mi vida – levanto el brazo derecho acercándoselo a Louis que aún no podía entender.

Jules señalo con la cabeza su brazo estirado, indicando una clase de saludo extraño, tal vez los sacerdotes acostumbraban a ser corteses y a darse la mano.

Y fue lo siguiente que hizo dio la mano, juntándolas como si hubiesen terminado de sellar un contrato ilícito de narcotráfico, como dos ancianos llegados de una vida problemática o como las metes desastrosas puedan imaginar.

Lo siguiente fue lo obvio, él se mantendría ahí hasta que tuviera la mentalidad de salir por los laterales del universo a buscar ese no sé qué, que la gente feliz jura poseer

-Me gusta su iglesia- dijo el niño cuando entro, el lugar estaba bien iluminado, sillas y más detrás de cada una, en frente de aquel todo una imagen bañada de talco.

-No es mía – Jules andaba pasos delante de él y cerraba cada ventana que aparentaba ser puerta, apagaba cada candelabro tratando de convertir el dorado en negro fuerte.

-Cierto, ¿Es de Dios verdad? –la ingenuidad de Louis era tanta que parecía el de un niño en su primera misa.

-Si no es mía de él mucho menos.

-Señor ¿Seguro que usted es sacerdote? Parece un ateo en su punto máximo – se encontraba muy metido en la conversación, pero su mente se había doblegado de una manera exacta y podía apreciar la madera.

-Creo en Dios más que en mi vida misma, pero no soy charlatán, la iglesia es para el pueblo y los que tienen hambre.

La iglesia era para él.

Leucemia Cardíaca {Larry Stylinson}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora