El Rey

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<< Al día siguiente >>

Evileye se sentía fatal, la noche no había sido como lo esperaba pues la presencia de Nabe tomaba casi toda la atención de Momon, incluso llegó a pensar que ella lo hacía apropósito para que este no le prestara atención.

Aquella noche habia hecho algo inaudito algo que jamás pensaría en hacer, usar vestido. Aquellas prendas no eran de su agrado, así que había elegido un vestido que no la hiciera ver tan niña pero no tan... ¿cómo les llamaban? ¿Zorra?, en fin. De todos modos el héroe oscuro no la volteo a ver más que solo un par de veces.

¿Tal vez debía usar relleno?

¡No, Eso jamás!

Se enojó consigo misma al pensar en esa estupidez, debía aceptarse tal y como era.

- ¿Qué tanto piensas pulga?

Se acercó Gagaran por detrás, llevaba en manos un tazón repleto de uvas.

- En nada.

Respondio sin dejar de ver el panorama por la ventana, debía admitir que la ciudad era bonita, tenía un toque pintoresco que le hacia ver armoniosa en todos los sentidos. Todos sus habitantes se veían felices, estaban bien y tenían una vida mejor. Lo único que llego a pensar que desencajada totalmente eran esas cosas, los No-muertos deambulando por las calles como soldados. Estos ocupaban el mayor oficio de soldados policiales en las calles, incluso adoptaban esa postura de estatua en algunos puntos estratégicos de la ciudad y lo más raro de ver era niños jugar a su alrededor. Si, niños. Niños de todas las razas jugando y revoloteando en círculos, lo aterrador era pensar que el No-muerto podría despertar y rebanarlos con su espada pero no era así, y lo había visto. Era para no creer el ver a un Caballero de la Muerte siendo adornado con flores por un par de chiquillas, lo gracioso es que no era el único, había más como él en algunas calles.

Pensar en todo eso le causó náuseas a la maga, odiaba este lugar.

- Voy a salir.

Dijo más para si misma que para su compañera, la cual está solo vio a la mini pulga salir flotando por la ventana.

Esta vez Evileye tuvo más cuidado, no volaba ni tan bajo ni tan alto. Mo quería sorpresas como la de ayer, así que estaba alerta por si algun dragón se aproximaba y si fuese asi, solo debía descender.

Al final no vio nada y al llegar a una plaza con una gran fuente en medio se dispuso a descansar ahí, tomo asiento en los bordes y vio su reflejo en el agua tan cristalina. Al levantar la vista pudo ver lo que seria una estatua de Momon, si, era una estatua de él junto con sus dos grandes espadas apuntando hacia bajo como si estuvieran clavadas en el suelo, sostenía cada una con la mano. Detrás de él yacia su compañera en una posición de defensa/ataque, la capa de ambos ondeaba como si fueran un remolino, bajo sus pies yacían criaturas extrañas siendo pisoteadas por ambos aventureros, de sus bocas, que expresaban el terror de la muerte, escupía el agua como si se tratara de su propia sangre.

Al verla por un par de minutos tuvo dos pensamientos:
1. Era un monumento que expresaba perfectamente la fuerza del equipo oscuridad.
2. Era aterrador pensar en la descomunal fuerza que poseía en eso dos.

Eran tal para cual.

Rasco su cabeza con tanta fuerza que las ebras doradas de su cabello salían de la capucha roja, tenía que alejar esos pensamientos de su cabeza.

- ¡Oe!

Escucho una voz conocida detrás de si, solo una persona en este lugar podía llamarle. Junto sus manos en plegaria agradecida a cual quier Dios de esta tierra por su encuentro fortuito con el aventurero, al darse la vuelta la ilusión y agradecimiento desapareció de su cara al toparse no solo con el hombre de armadura completa, al que tanto anhelaba, sino que también se topó con un par de lucecillas rojas que se mantenían flotando en cuencas oscuras donde deberían haber ojos.

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