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Cuando tenía seis años, mi mamá invitó a su familia a mi fiesta de cumpleaños.

Yo estaba peleando con Jeongyeon, mi mejor amiga, sobre quién se pondría el disfraz de Blanca Nieves. Yo decía que yo lo haría porque era mi cumpleaños, y se me vería mejor. En cambio, ella decía que su cumpleaños había sido la semana pasada y no se lo había puesto, y que ella era más alta, por lo que ella sería la princesa y yo un enano.

Mi mamá me llamó y lo hizo en japonés. No quise ir hacia ella, porque si me hablaba en japonés era para regañarme.

—Tzuyu, invita a Sanita a jugar con ustedes. No conoce a nadie aquí.

Asentí, mirando a la pequeña niña que se encontraba sentada en una esquina, aferrándose a la mano de su mamá. Aunque llevaba un año viviendo a su lado, nunca habíamos hablado.

—Ella habla japonés. Es japonesa como nosotros, pero aún no puede hablar inglés. ¿Jugarás con ella, cariño?

—Sí, mami.

Lo siguiente que recuerdo es que estaba parada frente a ella, sonriendo y saludándola con la mano.

—Hola, ¿quieres ser mi amiga?

Sana miró a su mamá, quien le susurró un "anda hija, Tzuyu quiere jugar contigo".

Lentamente se soltó de su mano y tomó la que yo le ofrecía, siguiéndome hasta donde estaba Jeongyeon.

—Entiendo lo que dices —susurró—. No entiendo a nadie aquí.

—Es porque yo también soy de Japón, pero vine aquí cuando tenía un año. ¡Era muy pequeña!

Sana sonrió, sacando la lengua por el hoyo que había dejado un diente de leche caído.

—Me llamo Sana. Puedes decirme Sanita.

—Sanake

Ella me miró extrañada.

—Bueno, también puedes decirme ...

—Sanake—fue mi oferta final.

Y ella me abrazó.

—Gracias por ser mi amiga.

Next Door [Satzu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora