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Cuando tenía treinta y cuatro años, una bebé gateaba por toda mi casa, dejando un rastro de babas a su paso.

—¡Hyunjin, es hora de tu papilla! —Sana entró corriendo a la sala con un pequeño plato entre las manos.

—Trae aquí, amor. Es mi turno. Descansa un poco.

—¿Estás segura? No tuviste una buena noche. No debí dejar que lo tengas tú. Ya pasé por un embarazo, puedo llevar otro.

—Hey, creí que las reglas estaban claras. Una pone el óvulo, la otra pone el cuerpo. Además, ya está todo bien. Te lo prometo. ¿Quieres saludarlo?

Mi esposa sonrió y se acercó a mí. Levantó un poco mi blusa, dejando al descubierto mi ligeramente abultado vientre de cuatro meses de embarazo.

—Hola, bebé —depositó un suave beso en mi estómago, antes de acariciarlo con las yemas de sus dedos—. Vas a portarte bien y dejarás a mami dormir, ¿está bien?

—Escúchala, por favor —reí.

—¿Y? ¿Tienes el nombre? —Sana quiso saber, sin despegar los dedos de la estirada piel de mi abdomen.

—Minju.

Sana frunció el ceño.

—No, por favor. ¿Qué pasa si es niño?

Me encogí de hombros.

—Pues Mingyu. No te dije nada cuando le pusiste ese nombre a la niña.

—Eres un caso sin remedio,Chou

Levantó el rostro y se cruzó con mi mirada. Se inclinó y me besó en los labios. Habían pasado más de diez años desde la primera vez que lo hizo, pero yo seguía derritiéndome por ella.

—Te amo,Sanake.

—Yo te amo más,Chewy.

Next Door [Satzu]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora