1. La curiosidad mató al gato

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<< La curiosidad mató al gato, pero el gato murió sabio... >>


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Había pasado poco más de un mes desde que Harry Potter había descubierto un mundo nuevo, el mundo mágico que se escondía en Gran Bretaña. Tras el impacto inicial, la revelación de que la magia era real se fue acomodando poco a poco en su mente.

Lo más difícil para él había sido creer que tenía poderes, que era un mago. Esa parte todavía le costaba asimilarla, lo que no era raro ya que hasta el día de su onceavo cumpleaños, solo había sido el fenómeno del que su familia se avergonzaba.

Había pasado diez años siendo un paria en el mundo muggle, por eso le resultaba tan desconcertante enterarse de que en este nuevo mundo era famoso, que todos lo reconocieran por ser el salvador del mundo mágico. Aunque él no creía que fuese ningún tipo de salvador, al fin y al cabo, solo tenía un año cuando ese mago oscuro los atacó. El ojiverde pensaba que sus padres debían haber hecho algo para vencer a Voldemort antes de morir. Al menos eso tenía más lógica para él, y no entendía como la gente podía creer que un bebé había vencido a un mago tan poderoso y cruel.

Su primera semana en Hogwarts estaba siendo realmente confusa, con todos esos movimientos de varita y palabras difíciles de pronunciar, pero aún así se había sentido ilusionado y cautivado por la magia del castillo. Lo más complicado de todo era acostumbrarse a los cuchicheos de sus compañeros, por no hablar de cuando lo señalaban con el dedo cuando lo veían por los pasillos, aunque esperaba, o más bien deseaba, que eso pasara pronto. Suponía que no tardarían en darse cuenta que él no era nadie especial, y pronto todos lo ignorarían como le había sucedido desde que tenía memoria. Se había acostumbrado a ser alguien invisible, por eso ser notado ahora, de repente, le resultaba muy incómodo.

Nada lo había preparado para su primera clase de Pociones, había esperado con ansias esa clase desde la primera vez que tuvo el libro en sus manos, pero había sido una gran decepción. Su profesor parecía odiarlo, quizás había hablado con los Dursley y éstes le habían dicho que era un delincuente incorregible, algo que habían proclamado a los cuatro vientos a sus anteriores profesores, o tal vez hubiese otro motivo, pero tras su clase le había quedado muy claro algo: el desagrado del profesor por su mera existencia. Ni siquiera haber respondido correctamente a sus preguntas pareció apaciguarlo.

La tarde de té con Hagrid no había conseguido cambiar su humor, y eso que el semigigante había sido realmente amable con él. El guardián de las llaves, consciente de su apatía, le animó a visitar la vitrina de trofeos donde podría ver alguna foto de su padre.

De vuelta en el castillo se despidió de Ron y deambuló por los pasillos buscando la citada vitrina. El pelirrojo había querido acompañarlo, pero Harry prefería estar solo, asi que le dijo que lo vería más tarde en la sala común.

Cuando pasaba por el pasillo de la sala de profesores escuchó voces y su corazón empezó a latir a mil por hora. Su instinto de supervivencia le hizo esconderse tras una puerta a la izquierda de una vieja armadura. No sabía con exactitud en que piso estaba. ¿Y si era el pasillo prohibido del tercer piso? Tras unos segundos recordó que había visto el aula de Encantamientos y ésta no estaba en el tercer piso. Los nervios y el estrés no lo dejaban pensar con claridad, por eso no sabía si estaba o no en un pasillo prohibido. Se apretó más fuerte contra la pared y aguantó la respiración. No podía dejar que lo atraparan, no podía arriesgarse a que lo expulsaran y tener que volver con los Dursley.

Escondido tras la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora