16. La piedra filosofal

8K 938 121
                                    


— o —


<< El odio es la demencia del corazón >>


— o —



Severus llevaba meses observando el extraño comportamiento del profesor  Quirrell, y estaba seguro de que el mago tartamudo no era trigo limpio. Y. por supuesto, también podía estar seguro de para quien estaba trabajando.
Y solo podía haber un motivo para que un aliado de Voldemort estuviese en Hogwarts: la piedra filosofal.

No podía dejar de sospechar que todo podía ser un plan de Dumbledore, como una forma de poner a prueba a Harry. Y eso lo enfurecía hasta los dedos de los pies.

Por otro lado, no podía dejar que Voldemort obtuviese la piedra, ya que eso pondría en peligro a Harry.
Y claro, eso le dejaba una sola opción: robar la piedra filosofal.

El pocionista esperó hasta la noche que los estudiantes regresaron de sus vacaciones de Pascua. En la cena de bienvenida hubo una ausencia muy clara: Harry Potter no se encontraba en la mesa de Gryffindor, y eso disparó las alarmas.

Tras concluir el banquete, los jefes de casa y el director, interrogaron al heredero Longbottom, ya que se les había visto siempre juntos durante las clases y las comidas.
Neville les dijo que Harry había viajado en el tren con él, pero que se habían despedido justo antes de que el ojiverde cruzase la barrera hacia el mundo muggle.

Tras enviar al niño a su dormitorio, los cinco adultos se trasladaron a la sala de profesores para decidir qué hacer.

Tras unos minutos de nervios y descontrol, consiguieron ponerse de acuerdo. Se decidió, aún bajo la protesta del director, que Minerva y Pomona irían a casa de los familiares del chico. El resto esperaría su vuelta, en la sala de profesores, rezando para que Harry estuviese allí, y no hubiese sido secuestrado por algún mortífago con deseos de venganza.

Las jefas de Gryffindor y Hufflepuff volvieron media hora más tarde. Ambas tenían el mismo gesto horrorizado en su rostro, y ambas también, intentaban controlar sus lágrimas, aunque parecían estar perdiendo la batalla.

— ¡Minerva! ¡Pomona! ¿Qué pasó? — preguntó Filius, al ver el estado en que se encontraban las mujeres.

— ¡Son horribles! — gritó la jefa de Hufflepuff, rompiendo a llorar desconsolada.

— Esos muggles repugnantes... — siseó la jefa de los leones con ojos llenos de furia.

— ¿Pueden tranquilizarse, damas? — solicitó el director, mirándolas con gesto duro, y dejando caer su máscara de abuelo — ¿Estaba Harry allí?

— ¡NO! No lo estaba, y no lo culpo por no volver a esa horrible casa — gritó Pomona, escupiendo su rabia a un hombre que, hasta hace unas horas, había respetado.

— No saben ni quieren saber nada de él — siseó, de nuevo, Minerva, mirando con odio al director.

— Dijeron cosas horribles de ese adorable e inteligente niño — añadió la profesora de Herbología, frunciendo el ceño con enfado.

— Ellos lo odian, odian su existencia. Te lo dije, Albus. Te dije que eran el peor tipo de muggles — acusó una mamá leona furiosa por lo que ese viejo le había hecho a su cachorro.

Escondido tras la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora