— o —
<< Decían que de ésta saldríamos mejores, pero yo aún sigo siendo testigo de la arrogancia, el egoísmo o la mala educación. Supongo que por eso todavía no hemos salido... >>
— o —
Los leones de primer año habían esperado ansiosos la llegada del fin de semana. Tras una semana de madrugones deseaban poder dormir hasta tarde. En realidad, ese no era solo el deseo de los leones, sino de todos los estudiantes, y más siendo el primer fin de semana del curso.
Harry, como de costumbre, era la excepción a la norma. El ojiverde se había levantado antes de que el sol hubiera salido por completo. En realidad, apenas había dormido tras las revelaciones del día anterior. Se había pasado más de la mitad de la noche dando vueltas en su cama sin poder conciliar el sueño. Teas una larga ducha caliente, algo a lo que no estaba acostumbrado, se vistió y salió del cuarto donde sus compañeros todavía dormían a pierna suelta.
La sala común estaba desierta, lo que le venía muy bien para lo que había decidido hacer. Se sentó en la mesa, donde los leones acostumbraban a hacer sus tareas, y sacando un pergamino y sus útiles de escritura de su mochila se dispuso a escribir una carta de disculpa para el profesor Snape.
No estaba siendo fácil poner sus emociones en palabras, pero el Gryffindor estaba decidido a escribir esa carta y no se iba a rendir.
Había conseguido escribir casi la mitad de la carta cuando escuchó ruido en las escaleras. Levantó con desgana su cabeza, no quería ser interrumpido, y vio a la niña que había conocido en el espreso de Hogwarts. La castaña había irrumpido en el compartimiento en el que se encontraban Ron y él, y de inmediato, se había puesto a dar órdenes y consejos no solicitados. Pero lo que realmente había ofendido al ojiverde, pese a no haber dicho nada, fue que había asegurado, y presumido, saber todo de él. Harry estuvo a punto de preguntarle si ella sabía que su familia lo despreciaba y lo trataba como un exclavo, pero finalmente se mordió la lengua, no quería empezar con mal pie en su nuevo colegio.
— ¿Qué haces aquí? Todos están durmiendo — interrogó Granger con el ceño fruncido.
— Todos no — la corrigió el azabache.
— ¿Qué estás haciendo? — siguió con su interrogatorio la castaña, acercándose para cotillear el contenido del pergamino.
— Nada — contestó Harry, recogiendo todo al verse privado de intimidad.
— Deberías estar haciendo el ensayo de Pociones o el profesor Snape volverá a quitarle puntos a Gryffindor — reprochó Hermione, molesta por no haber podido ver en que estaba trabajando su compañero.
— Ya lo he hecho — replicó el ojiverde, mientras guardaba todo en su mochila.
— Déjamelo, lo corregiré — exigió la castaña, extendiendo su mano hacia él, con sus aires de "yo sé más que tú".
— No, gracias. Son los profesores los que se encargan de corregir los ensayos — negó el azabache, levantándose y saliendo de la sala común.
La castaña pisó el suelo molesta y frunció aún más el ceño viendo salir al ojiverde por el retrato de la Dama Gorda.
No estaba satisfecha con los resultados de su conversación. Ella siempre había sido la más inteligente de su curso y estaba segura de que podía corregir los ensayos de sus compañeros aunque no fuese un profesor. Además, ella ya había leído todos los libros de primer año y se los sabía de memoria.
ESTÁS LEYENDO
Escondido tras la puerta
FanfictionHarry escucha, a escondidas, una conversación entre Dumbledore y Snape. Esa conversación le hace entender el odio que parece profesarle su temido profesor de Pociones.