8. La ayuda de Poppy

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<<Traspasando límites borré los imposibles>>


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Severus necesitaba pruebas del abuso, pruebas que no dejarán ninguna duda del infierno por el que había pasado el hijo de Lily. Y lo más importante, esas pruebas tenían que ser lo suficientemente claras para evitar que Harry testificase en el juicio. Lo último quería era hacer pasar a su futuro pupilo por un estresante juicio. No haría ningún bien al niño, además seguramente eso sería dar la bienvenida a todos los viejos fantasmas del ojiverde.

Tras varias noches sin dormir, pensando cómo conseguir esas pruebas, se le encendió la bombilla. Se abofeteó mentalmente por su estupidez, debería haber pensado en eso desde el principio. Lo que necesitaba era un informe médico, por lo que el chico le había contado hasta ahora, no creía que los infames Dursley hubieran considerado importante la salud de su sobrino.

Al día siguiente, en cuanto Harry entró, como cada tarde, en los aposentos privados del jefe de Slytherin para realizar su tarea, fue arrastrado por un brazo a la enfermería con la excusa de una revisión para su vista.

Severus llevaba todo el día muy nervioso y con el estómago encogido por el miedo. ¿Y si los resultados arrojaban algo malo?¿Sería la vida tan cruel con él de nuevo? No podía perder al chico, ya se había imaginado una vida junto a él ejerciendo como su padre.

— Potter necesita una revisión de su vista — escupió el ojinegro en cuanto entraron en la enfermería y vio a Poppy.

— ¿Es realmente urgente? — preguntó ella, sin levantar la vista de su lista de inventario.

— Lo es — aseguró el pocionista, haciéndole una seña al chico para que se sentase en una de las camas.

Se acercó a Poppy y bajó la voz lo suficiente para que el menor no lo escuchara.

— Necesito que le hagas un examen de salud completo.

— ¿Pasa algo? — se preocupó, de inmediato, la mujer.

— Todavía no lo sé. ¿Puedes hacérselo? — preguntó, con un suspiro cansado, el profesor de Pociones.

Poppy se acercó a Harry y lo apuntó con su varita, tras lanzar un hechizo, fue pasando su varita por el cuerpo del menor.

Después de unos minutos un pergamino empezó a salir de la varita de la enfermera, el ojiverde miraba fascinado todo lo que hacía la bruja. No podía evitar pensar, una vez más, lo genial que era la magia.

Madame Pomfrey llevaba muchos años ejerciendo una profesión que amaba, pero ahora mismo, mirando los resultados de su hechizo diagnóstico, se sentía horrorizada. En esos momentos,  odiaba sus limitados conocimientos sobre el abuso. porque claramente eso era lo que ese pequeño había vivido desde la muerte de sus padres.

— Señor Potter, vuelva a su sala común — ordenó la enfermera con voz neutra.

— Buenas noches, profesor. Buenas noches, Madame Pomfrey — se despidió el ojiverde, dedicándole una última sonrisa a su profesor favorito.

Escondido tras la puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora