Heidi y Pedro, hacia la madurez (romance lemon)

Capítulo 5. Abriendo el corazón

Y algunos días antes de que se descongelase la nieve, supo que Pedro había vuelto a aceptar un trabajo de viaje largo, y aunque ella sabía bien que él le había pedido autorización a su madre antes de partir, los días pasaban y Heidi sólo recibía cartas, cartas que luego leía a Brígida, pero en ninguna de ellas había alguna fecha...

Con el buen clima, el abuelito y ella están de regreso en la cabaña, Juan lleva a las cabras a pastar, y Heidi se le suma de vez en cuando, pues el resto del tiempo acompaña a Brígida, que sin la abuela y sin Pedro se ve cada día más deprimida. Y aprovecha el tiempo también para estudiar algo del material que el profesor le entregó para el año siguiente.

Entonces... la fragilidad de la vida la vuelve a tocar, la naturaleza a veces es tan cruel... sus queridas Blanquita y Diana dejaron de dar leche; y lloraba a mares, sabía lo que eso significaba.

-Pero abuelito ¿No podemos hacer algo más? Tienes a Bonita y a Preciosa, déjalas pastar hasta que Dios se las lleve como a Niebla. Nos dieron tanto abuelito, por favor

El abuelo acepta, y Heidi acompaña a Juan más seguido a los prados para compartir con sus animalitos, y también para buscar hierbas nutritivas, y aunque se la reparte a las cuatro durante muchos días, esperanzada, el milagro de que volvieran a dar lecho no se realiza, día a día, lentamente, lo asimila, darles amor es realmente lo único que puede hacer. Y cuando ya había perdiendo la noción del tiempo y los días, escucha un silbido a la distancia que le hace palpitar el corazón, Pedro está de regreso... corre montaña abajo y se lanza sobre él para darle la bienvenida; ni siquiera nota que le llega al cuello, las lágrimas caen...

-Blanquita y Diana... ya no dan leche Pedro... Y Bonita y Preciosa no dan suficiente leche, he intentado buscar hierba de la que dábamos a Copo de Nieve, pero...

-Me contó el abuelo Heidi-la abraza con fuerza-. Me demoré demasiado, perdona... Yo también las acompañaré ahora... Tranquila

Esa tarde Pedro habla con el abuelo

-Si le falta leche, puede ordeñar a Manchitas también abuelo, ella da leche muy buena y la verdad es que nosotros en casa nos alcanza bien con la de Salvaje. La leche de manchitas le ayudará con los quesos.

Y desde esa tarde, cuando volvían con Juan, éste se llevaba a Salvaje a casa, pero Manchitas se quedaba con Pedro para ser ordeñada junto a las demás en casa del abuelo. Luego, Heidi, Pedro y el abuelo compartían la cena, y recién entonces éste bajaba de regreso a su casa con Manchitas.

Pedro tomaba menos trabajos ahora, pues con Juan cuidando del rebaño, acompaña a Heidi para llevar hierbas nutritivas a las cabritas, para así mejorar la leche que el abuelo ocupaba en sus quesos, alimentando de paso, también a Salvaje y a Manchitas. El calor de la estación les brinda paz, donde está uno, está el otro, juntos, estando en casa del abuelo o de Pedro, el pueblo o el prado, parecen despegarse sólo para irse a dormir... Se miran, sonríen, se abrazan durante mucho tiempo a veces, cogidos de las manos, y se vuelven a mirar, perdiéndose en el otro... Y entonces, cuando Juan los veía así, terminaba durmiéndose o alejándose a cualquier lugar donde no tuviera que mirarlos...

Faltaba cerca de una semana para la llegada de Clarita, cuando un día Pedro no apareció en su casa, Heidi lo fue a buscar, pero Brígida le respondió

-Pedro salió muy temprano esta mañana. No sé a dónde fue esta vez, pero me dijo que sería un viaje corto. Ah, también me pidió decirles que les regalaba a Manchitas-Brígida le sonríe-, en realidad, la leche de Salvaje es más que suficiente para mí y Pedro.

La muchacha estaba furiosa, Pedro nuevamente se había ido a trabajar fuera y está vez ni siquiera se despidió de ella... Volvió a los prados con sus cabritas y Juan, y siguió molesta, pero Blanquita y Diana la necesitaban así que no dejaría de hacer lo que estaba haciendo por ellas.