Capítulo 4. Adiós abuelita

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Parecía hacer más frío que otros inviernos... y lo pareció más aún cuando uno de esos días, la abuelita se fue junto a Niebla, Heidi no podría evitar que le salieran lágrimas, Brígida y ella lloraban mucho, pero Pedro permanece inamovible

-Tranquila mamá, yo iré a hablar con el cura y a preparar todo para su descanso

El velorio se hizo en la iglesia, y el funeral en el cementerio del pueblo, era la primera vez que Heidi vivía algo así, Pedro se mantenía serio, sosteniendo a su madre y aceptando las condolencias de todos.

-La vida sólo le pertenece a Dios hija-le dice el abuelo a Heidi-, él decide cuando dárnosla y también cuando se la llevará

-¿Ahora la abuelita irá al cielo y ahí podrá ver de nuevo?-le pregunta Heidi, el anciano asiente y ella esboza algo parecido a una sonrisa.

Al volver a casa, Heidi y el abuelo los acompañaron también adentro, Brígida les serviría algo de sopa caliente. El abuelo se había dado cuenta que había algo anormal en Pedro, por lo que no dejaba de mirarlo; cuando la mujer los llamó a acercarse a la mesa, Pedro se levantó y tras dar el primer paso se desmayó en la sala. Entre el abuelo y Brígida lo metieron a la cama, el joven pesaba bastante y estaba hirviendo en fiebre. Ambos se movieron muy rápido, Heidi no comprendía nada, el abuelo salió fuera, mientras Brígida tomó agua caliente y mojó algunos paños, que le terminó poniendo al joven en la frente, brazos y pecho.

-Para bajar la fiebre es mejor que los paños estén tibios-parecía tener pesadillas-... Tranquilo hijito, mamá está aquí-al parecer eso lo calmaba-... Pedro nunca se enferma, pero cuando falleció su papá le pasó lo mismo. ¡Dios!-le dio un beso en la frente y volvió a cambiar el paño-. Últimamente se mete tanto en el trabajo que tengo que obligarle a comer, por eso cada vez más que lo veo me parece más delgado-la mujer temblaba, parecía que también iba a colapsar

-Yo seguiré Brígida, por favor, yo puedo hacerlo- la toma entonces y la lleva hacia su habitación-. Recuéstate, yo cuidaré a Pedro, él estará bien, tú sabes que es muy fuerte- ella asintió, besó a la muchacha en la mejilla y se acostó

Heidi cambiaba los paños húmedos cada cierto tiempo, el cuerpo de Pedro había cambiado completamente, sí, estaba delgado, pero estando acostado, parecía ser sólo músculo, sin darse cuenta le hacía cariño, en el pelo, la cara, no podía dejar de mirarlo y su corazón parecía salirse de su cuerpo... De pronto, el abuelo volvió a entrar y ella dio un respingo, como si hubiese estado haciendo algo malo. El anciano traía un grupo de hierbas con las que preparó un té. Espero unos minutos a que enfriara, y junto a su nieta, se lo dieron a beber

-Es para que la fiebre baje más rápido- le explicó el abuelo

-Me quedaré con él- dice ella de pronto-. Por favor ve a descansar abuelito, no pueden seguir colapsando las personas a las que quiero- y sus ojos comienzan a brillar con lágrimas

-Tranquila hijita, yo soy muy fuerte-besa la frente de la muchacha-, y Pedro también, va a estar bien

A la mañana siguiente Pedro despierta con Heidi apoyada en su cama, instintivamente acaricia su rostro, la chica despierta y se abalanza sobre él llorando

-Despertaste! -toca su frente con la suya-, y ya no tienes fiebre-Pedro sonroja-. ¡Brígida! ¡Pedro despertó!

Ese día, Pedro, Brígida y Heidi, compartieron todo el día juntos, comieron, Heidi les leyó el libro de Salmos de la abuelita, y luego Pedro les contó algunas cosas de sus viajes, aunque en vez de aventuras, describía los trabajos que había podido hacer con sus nuevas herramientas, y lo que más les contó fue de otros carpinteros a los que conoció, de quiénes pudo aprender más técnicas también, especialmente de don Manuel, que le recordaba mucho al abuelo.

Heidi y Pedro, hacia la madurez (romance lemon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora