Capítulo 8. La vida de casados

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Una mañana sintieron a las gallinas gritar con escándalo, Pedro se levantó, vistió rápidamente y salió fuera. Los vientos otoñales se acercaban a pasos agigantados y asustaban a las gallinas, el invierno estaba cerca, y era mejor prepararse, generalmente ocupaba algún tiempo del día cortando leña para acumular para esos momentos, pero últimamente había perdido el hábito. Entra a casa

-Tendré que ir por más leña-ella seguía acostada y él la besa-, quédate acá amor, y descansa, volveré pronto.

Heidi despierta sintiendo a Pedro trabajar fuera de casa, hablaba con alguien más, era el abuelo, ella corre al baño, se ducha, viste, y luego sale fuera

-Abuelito, no sabía que vendrías-lo abraza- ¿Me extrañas mucho?

-Claro que sí hijita, pero no hubiese venido si Pedro no me pide ayuda con la leña- y de ríe-. Además, le dije que me preocupan estos animales- señala a las 12 gallinas, el gallo y los 6 pollitos del corral-. Sería bueno reforzar el gallinero, ya que la nieve comenzará a caer pronto este año

La joven entra a casa, y se preocupa de dejar lo suficientemente ordenado y limpio para recibir a su abuelito. Luego prepara la comida, algo tibio y saludable para todos. El abuelo come con ellos y más tarde se retira a su casa

-No los estaré visitando tan seguido, llegado el invierno bajaré al pueblo, creo que ya se me hizo costumbre estar ahí en estas fechas

-¡Nosotros también iremos!-responde Heidi

-¿Y qué harás con los animales que tienen acá Heidi?-Entonces ella recordó todo el trabajo que estaban haciendo para fortalecer la casa de sus gallinas

-Pero abuelo, si es que no es mucho problema, podríamos construir un gallinero también allá y nos las llevamos como la otra vez-el abuelo empieza a reír a carcajadas, por eso quería tanto a Pedro, él también cumpliría todos los caprichos de su nieta

-Está bien, en invierno viviremos en la casa del pueblo, y en verano cada uno en su casa ¿Está bien? - Heidi abrazó a su abuelito contenta

Al día siguiente su abuelo se fue a la casa del pueblo con Nube, y Pedro bajaba al pueblo a trabajar durante las tardes. Ella se haría cargo de las cabras, gallinas y granja durante ese tiempo, y separó en la carreta los alimentos que se llevaría también. Cuando el gallinero estuvo listo, Pedro y el abuelo fueron llevándose en grupos pequeños a los pájaros, hasta meterlos al nuevo lugar que ocuparían, las últimas en irse fueron las cabras. Lo hicieron justo a tiempo, pues la nieve comenzó a caer esa misma noche.

Heidi se sentía feliz, era su primera noche de invierno abrazados en la que hasta hace poco había sido su cama de soltera, tantas veces miró por esas ventanas esperando verlo llegar a través de la nieve y ahora estaba ahí, junto a él, en sus brazos. Se sentía realmente agradecida. El día siguiente trajo su luna mensual, y Pedro no entendía por qué estaba triste

-Porque significa que no hay bebé este mes-Pedro abre la boca

-¿Y tú ya quieres...- ella siente, él la abraza sonriendo-, tranquila, así como vamos, en cualquier momento amor-y besa su cabeza...

Heidi vuelve a la escuela para ayudar al maestro, había aprendido bastante por lo que le resulta sumamente sencillo fluir enseñando, Juan seguía asistiendo a clases y le daba mucha risa ver crecer a los pequeños que hasta hace poco estaban aprendiendo a leer. Las tardes junto a Pedro y su abuelo eran sencillas, alegres y plenas, y las noches junto a su amor y especialmente los despertares, la llevaban al cielo.

Pedro recibe una carta, una anciana lo envió llamar de un pueblo cercano por una emergencia, la cara del muchacho cambia y trata de guardar la carta, pero Heidi la toma, la lee...

Heidi y Pedro, hacia la madurez (romance lemon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora