Capítulo 7. Queriéndote para siempre

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La casa de Pedro se sentía tan vacía sin él. Les cambiaba el agua y alimentaba a las gallinas, que permanecían siempre en su gallinero, ya que, como le había explicado Pedro, si las tenían sueltas, los zorros y perros las cazaban y se las comían pues ellas no sabían volar.

Vuelve a recorrer la casa, que ya habían organizado juntos. Mira la cocina llena de ingredientes de todo tipo, ella sólo sabía cocinar las cosas que aprendió con su abuelo, y entonces recordó que Linda era muy buena cocinando, bajó corriendo al pueblo y le preguntó si podría enseñarle, y le ofreció algunas de las cosas que Pedro tenía en casa, la mujer accedió encantada.

Los días comenzaron a avanzar rápido, pues en el día se ocupaba de temas domésticos en la casa de su abuelo y luego donde Pedro, y después se iba al pueblo a aprender con Linda. Por las tardes, dejó de leer y volvió a tejer, tenía muchísimas lanas así que partió con un grueso abrigo al abuelo, y luego estimando las mismas medidas, otro para Pedro. Sabía que era primavera y faltaba mucho para el invierno, pero le encantaba imaginarlos en invierno usando esas cosas. Después de todo, Pedro aún usaba la bufanda que ella le había regalado, la primera que tejió.

Un día recordó que además tenía un montón de telas y buscó a doña Emiliana, pidiéndole que le enseñara a cocer ropa también a cambio de algunas cosas que tenía en casa de Pedro; y aunque le costaba más que tejer, iba aprendiendo de a poquito. El abuelo estaba encantado de verla aprender cosas nuevas, especialmente cuando probaba los nuevos platos.

La primavera llegaba a su fin y entonces llegó el verano, pero Pedro aún no regresaba, recibía sólo cartas... ya estaba recibiendo en el pueblo a Clarita, Albert y Frederick, que esta vez irían por tres semanas. Los jóvenes habían regresado, ya que dijeron quedar encantados con las montañas, aunque Clarita piensa que Albert vino sólo porque no podía separarse de su amiga. Mientras los jóvenes entran a ocupar las habitaciones del verano anterior. Clarita toma a Heidi de una mano y corre con ella hacia fuera

-Salgamos de aquí, quiero hablar a solas contigo- y caminan por la colina, sentándose en los pastos más verdes del lugar-... ¡Nos vamos a casar!-grita Clarita a Heidi mostrándole su anillo, el cuál contenía una gran piedra brillante. Las dos saltan alegremente- Nos casaremos al final de verano en Frankfort, y nos encantaría que tú, el abuelito, Pedro y su madre nos acompañen también- Heidi sonríe encantada con la noticia, aunque detestando la idea de tener que ir a Frankfort

El abuelo no puede creer lo que escucha y se sienta, Clarita ya era lo suficientemente grande para casarse, y lo haría con el joven Albert, que, si bien le había dado una muy buena impresión el verano anterior; por lo que había conversado con su Padre a través de cartas, era un joven admirable. Y entonces miraba a las muchachas encontrándolas tan pequeñas todavía.

-Por favor abuelito, tienes que ir a acompañarme-y lo abraza-, si no fuera por ti, jamás hubiese podido tener la fuerza para volver a caminar. Ven a Frankfort sólo por esos días, te quedas a pasar la noche en casa y al día siguiente regresas aquí- el viejo acepta y Clarita y Heidi lloran emocionadas.

Cuando Clarita probó la comida con las nuevas recetas de Heidi quedó encantada, y recordó que le había traído unos regalos, los que estaban aún en la maleta en la casa del pueblo. Al rato llegaron Albert y Frederick, con la maleta de Clarita, pues sabían que ella pasaría esos días en casa del abuelo, durmiendo junto a Heidi. Clarita entrega al abuelo tabaco, y a Heidi una gran cantidad de libros, entre los cuales había algunas recetas de cocina.

-En tus cartas me contaste que estabas aprendiendo a cocinar nuevas recetas, así que pensé en traerte más opciones-Heidi tomó el libro y salto por toda la casa alegremente, habían recetas de pastelillos dulces y tartas. Esa noche, una al lado de la otra, ninguna de las dos podía dormir-... Este será el último verano que dormiremos juntas Heidi- ella asintió-... Después que me case dormiré sólo con Albert, estoy algo nerviosa, nunca hemos pasado una noche juntos- Heidi recordaba sus noches junto a Pedro y sentía una presión en el corazón, pues llevaba días sin recibir una carta, y aunque él dijo dos meses...

Heidi y Pedro, hacia la madurez (romance lemon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora