Todas las mañanas son agitadas en la ciudad,
todas las noches también.
Los micros despiden y saludan desconocidos cada día,
y en su cansancio rutinario sus conductores sudan en la apretada multitud, yo también.
La gentes se desconocen entre ellas,
cada quien lleva su pesar a flor de piel entre la multitud mutuamente indiferente.
Todos y cada uno, sentimos el pesar de la necesidad,
del cansancio,
de la preocupación,
de la ciudad!
Y todavía en el calor dulce de nuestro hogar,
esa gélida alma ciudadana se nos impregna como el perfume de nuestras ropas,
y nos sentimos, necesitados, cansados y preocupados.
Tal vez en esta angustia desmoralizante,
jamás podremos recuperar nuestra sanidad humana.
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Poemario de un hombre del mundo
PoesieUn montón de poemas ennumerados en orden creciente.