No, no, no y no. Esto no podía ser real, definitivamente no, esto debía ser producto de mi imaginación. Sí, me había pellizcado y me había dolido, pero me negaba a creer que esto fuera real, que ella fuera real. No.
La pulsera que llevaba en la mano, resbaló y se cayó, oí como repiqueteaba en el suelo. Esto pareció llamar su atención, y dirigió su mirada hacia el suelo, donde se encontraba la pulsera, se le iluminó el rostro y sonrió.
«Es preciosa» pensé. Ella se apresuró en bajar los escalones restantes, se dirigió hacia mí, y yo me quedé inmóvil, se podría decir que ahora mismo era algo así como una estatua. Para mi sorpresa se agachó para coger algo, y luego volvió a levantarse, llevaba en la mano la pulsera.
-Es mi pulsera -dijo ella, era la primera vez que escuchaba su voz, y me pareció la voz más melodiosa que había escuchado nunca-, la he estado buscando por todas partes, creía que la había perdido. Gracias.
Dirigió su mirada hacia mí ya que todo este tiempo había estado mirando la pulsera. Vi su sonrisa nuevamente, recorrió todo mi rostro con la mirada, hasta que su mirada se posó en mis ojos, me miró fijamente a los ojos, y lo vi, vi ese brillo especial en sus ojos, ese brillo especial que nunca conseguía plasmar en mis dibujos. Era un brillo especial que mostraba... ¿reconocimiento? No, ella no podía conocerme. Me dedicó una última sonrisa, dio media vuelta para alejarse de mi, y vi que su melena negra recogida en una coleta, ondeaba al viento. La madre de Dylan le hizo un gesto para que se acercara a ella, y eso hizo.
-Este es mi Dylan -dijo la madre de Dylan señalándolo. Dylan también se había quedado inmóvil, pero puede que fuera por razones distintas a las mías.
Ella lo estudió con la mirada, y luego sonrió. Sentí como si mi corazón fuera a saltar de mi pecho en cualquier momento, empezaba a latir tan fuerte, que me extrañaba que ninguno de los presentes lo escuchara.
-Dylan, no seas maleducado. -le reprendió su madre.
Yo miré a Dylan, que seguía inmóvil, pero después de unos pocos segundos, reaccionó.
-Hoo... oo... ola -saludó Dylan tartamudeando.
Espera, ¿Dylan tartamudeando? Dylan sólo tartamudeaba cuando se ponía nervioso. ¿Por qué estaba nervioso? Lo estudié un momento, pero no conseguía averiguar el motivo de su nerviosismo. Dirigí mi mirada a otra parte, y vi que ella me miraba con una chispa de curiosidad en los ojos.
-¿Quién es él? -le preguntó a la madre de Dylan mientras me señalaba con un movimiento de cabeza.
La madre de Dylan me observó un momento, y sonrió.
-Es Jason, el mejor amigo de Dylan -respondió. -Cuando eran pequeños me dieron muchos dolores de cabeza, eran unas pequeñas bestezuelas, tenías que estar pendientes de ellos cada cinco minutos, hacían muchas travesuras.
La señora Bradbury soltó un largo suspiro al recordar los viejos tiempos, vi como ella sonreía. Era verdad que Dylan y yo hicimos muchas travesuras, pero todos los niños hacían travesuras alguna vez, no solo nosotros. Quien no hubiera hecho alguna travesura de pequeño, en mi opinión, no había tenido infancia.
-Bueno, Alexandra, la comida esta lista. -le dijo la madre de Dylan, y yo me estremecí al escuchar su nombre, fue como si me echaran encima un cubo de agua helada que me hizo volver a la realidad. -Dylan y Melody van a poner la mesa.
Dylan iba a empezar a protestar, pero su madre le lanzó una mirada de reproche que hizo que cambiara de opinión en seguida. Se dirigió al comedor arrastrando los pies, y yo me quedé donde estaba, creo que no me había movido de mi posición.
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Alexandra
Teen FictionLa vida de Jason es como la de cualquier adolescente, o... al menos antes lo era. Desde hace un par de meses no hace más que soñar con una chica que ni siquiera conoce, y de dibujarla siempre que puede. ¿Por qué? ¿Quién es esa chica? Alexandra...